Fue notificado de ello el gobernador de Lu, y no sólo acudió a dar la bienvenida a la gaviota, sino que determinó preparar un festejo para ella.
Se dispuso un templo para la ocasión. Los mejores músicos comenzaron a tocar, pero aquella música atolondraba a la apacible gaviota. Se quemaron sándalos e inciensos, pero aquellos aromas mareaban al ave. Se hicieron largos sacrificios, que confundían a la visitante. Pero, además, se le hizo tomar viandas y licores, aun a su pesar, en el afán de agasajarla lo mejor posible.
Todo ello continuó a lo largo de varios días, hasta que el animalito murió de tristeza y desolación. El gobernador la había agasajado tal como él hubiera anhelado serlo.
Cuento popular chino. (proporcionado por una amiga: martha patricia ramirez)
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