A pesar de que el Zen (Ch’an en chino) se haya desarrollado como tal en China, su origen se remonta directamente a Buda Shakyamuni, al siglo VI antes de nuestra era. Shakyamuni es el primero en haber transmitido lo que más tarde se llamó Zen. El Zen tiene sus raíces en la experiencia misma del despertar de Buda bajo el árbol de la Bodhi.
Este espíritu se ha transmitido de maestro a discípulo a través de toda la historia. Buda Shakyamuni no era un ermitaño, un maestro espiritual ni un sabio místico que enseñaba la verdad a sus discípulos. Sin
embargo, su vida y sus acciones abrieron una vía completamente nueva.
Perteneciente a una rica familia hindú, vivió con el nombre de Siddharta, que quiere decir “realización de todos los deseos”. Preocupado por el sufrimiento de los seres y al darse cuenta de que los placeres superficiales no podían ofrecer felicidad al ser humano, a los veintinueve años dejó a su familia para buscar la Vía. Tras seis años de búsqueda y de ascesis, comprendió, al límite de sus fuerzas, que el ser humano no encontraría en esas prácticas la liberación de sus sufrimientos.
Entonces se puso en la postura del loto bajo el árbol de la Bodhi con la firme determinación de no levantarse hasta haber resuelto totalmente el problema fundamental de la vida humana. Y así, en total inmovilidad, en profundo silencio interior, despertó y se convirtió en Buda, lo que significa: ser despierto, el que sabe. La experiencia de Shakyamuni está avalada y es transmitida por los maestros Zen como el despertar de todos los budas y patriarcas. La enseñanza del Buda tiene su origen en su experiencia vivida. Ve las cosas tal y como son, es decir en su verdad auténtica.
El la época de Shakyamuni proliferaban sistemas filosóficos y religiosos que generaban oposiciones y disputas. Todos decían que su propia doctrina tenía origen en la verdad absoluta y afirmaban que las demás enseñanzas eran erróneas y engañosas. De alguna manera es lo mismo que sucede hoy en Occidente. El Buda declaraba que tales disputas eran inútiles y se mantenía al margen de toda discusión metafísica. No quería preocuparse, como hacían los filósofos y los religiosos de su época, de problemas tales como: “¿Es eterno el mundo? ¿Un ser realizado sigue existiendo tras la muerte? No consideraba que estas cuestiones fueran la esencia de una autentica búsqueda de la sabiduría, pues alejaban al ser humano del camino que le liberaba del sufrimiento.
Es como si un hombre, atravesado por una flecha envenenada, detuviera al medico que se apresura para arrancársela diciendo:
“! Espere un poco! Antes de que me quite la flecha me gustaría saber quien me la ha lanzado. ¿Era un hombre o una mujer? ¿Era noble o campesino? ¿De que estaba hecho el arco? ¿Era pequeño o grande? ¿Era de madera o de bambú? …
Antes de poder contestar a todas estas cuestiones, el hombre estaría ya muerto. La sabiduría es quitar la flecha rápidamente par impedir que el veneno se extienda.
Los argumentos del Buda se fundamentaban en dos puntos:
- No pretender nada que no sea cierto.
- No pretender nada que no sea útil al ser humano
Declaró que todo lo que no sirve para alcanzar la paz interior, el conocimiento real, la mas elevada sabiduría y el despertar, debe ser rechazado.
La enseñanza practica del Buda conduce a comprender que no existe ningún ego sustancial ni objeto alguno, en ninguna parte, que no esté sometido a la impermanencia y que solo existen procesos vacíos de sustancia real como las percepciones, los sentimientos, las visiones, ect. Buda puede ser comparado con un médico que propone una curación a la enferma naturaleza humana. No tenía intención de crear una nueva religión sólo quería ayudar al ser humano a comprender el origen del sufrimiento y a liberarse de él.
De: Bovay, Kaltenbach, De Smedt (1999): Zen. Práctica y enseñanza, historia y tradición, civilización y perspectivas. Barcelona: Editorial Kairós.MAHAKASHYAPA
Mahakashyapa fue el primer maestro ancestral. En cierta ocasión el Venerado por todo el mundo alzo una flor y pestañeó, suscitando la sonrisa de Kasyapa. Entonces el Venerado dijo: - ” Tengo conmigo el Tesoro del Ojo del Verdadero Dharma y la maravillosa mente del nirvana, y se lo he transmitido a Mahakashyapa”.
La verdadera ley dice que el Dharma no puede ser transmitido ni recibido. Para ilustrar este hecho inmutable y eterno, el Buda sostuvo una flor entre sus dedos a lo que Kasyapa por su parte, respondió con una sonrisa y, en el mismo instante en que Shakyamuni y Mahakasyapa se reconocieron sus corazones latieron al unísono. El espíritu del Buda era como un espejo en el que se reflejaba el de Mahakashyapa. Mahakashyapa sólo estaba presente, aquí y ahora. Estaba en perfecta y total unión con el espirtu de su maestro. Su espíritu estaba disponible, sin obstáculos, perfectamente puro. Eso es lo que se llama el espíritu original. Ese espíritu es la enseñanza misma.
De ahí comienza el autentico linaje de maestro a discípulo. Buda dio su Kesa a Mahakashyapa. Así se ha transmitido el verdadero Zen, de maestro a maestro, de patriarca a patriarca, profundamente, íntimamente, hasta nuestros días.
Segun: Bovay, Kaltenbach, De Smedt (1999): Zen. Práctica y enseñanza, historia y tradición, civilización y perspectivas. Barcelona: Editorial Kairós.
Francis Dojun Cook (2006): Denkoroku (Cronicas de la transmisión de la luz) Maestro Keizan. Barcelona: Editorial Kairós
ANANDA
Ananda era primo de Sidartha y es despues de Mahakashyapa el segundo maestro ancestral. Después de la muerte de Shakyamuni, Kashyapa le dijo a Ananda: “toma asiento y transmítenos las palabras del Buda”. Al escuchar esta petición Ananda, se puso en pie, se postró ante la asamblea de los monjes y ocupó el asiento, desde el que proclamó:
“Así he oído. En cierta ocasión el Buda se encontraba en…” y repitió palabra por palabra todas las enseñanzas transmitidas por el Buda a lo largo de su vida. Cuando Ananda finalizo, Kashyapa preguntó a sus discípulos: “¿Es esto diferente de lo que predicaba el Tathagata?” y los discípulos que, al ser grandes arhats poseedores de los tres tipos de conocimiento espiritual y de los seis poderes no podían olvidar nada, replicaron al unísono: “¿Cómo podríamos distinguir si quien ha hablado es el mismo Tathagata o si se trata de Ananda?” Todos entonces le ensalzaron diciendo: “¡El gran océano del Dharma del Buda ha sido vertido en Ananda! ¡Las palabras de Ananda son las mismas pronunciadas por el Tathagata!”.
En otra ocasión, Ananda le preguntó a Mahakashyapa: “¿Acaso, respetable hermano del Dharma, el Venerado por todo el mundo te transmitió algo más que su kesa de brocados de oro?”. - ¡Ananda! – gritó entonces Kasyapa. Y, cuando Ananda se disponía a responder, prosiguió: - “¡Derriba el mástil que hay frente a la puerta!”. En ese mismo instante, Ananda experimentó un profundo despertar.
Keizan Zenji comenta:
Ananda pensaba que la transmisión del kesa dorado a Kashyapa – un símbolo del hecho de ser un discípulo del buda- era lo único que podía ser transmitido. No obstante, después de seguir a Kashyapa y de cuidar de el, comprendió que algo más estaba transmitiéndose directamente de maestro a discípulo. Entonces fue cuando Kashyapa, dándose cuenta de que había llegado ya el momento, gritó “!Ananda!” Sólo entonces Ananda respondió, como el eco que acompaña al sonido o la chispa que brota al golpear el pedernal. Pero, aunque Kashyapa pronunciara su nombre, en realidad no estaba llamándole y, del mismo modo, su respuesta tampoco puede ser considerada como una respuesta.
En la historia, que hoy nos ocupa, era como si Kashyapa y Ananda se hallaran sosteniendo un debate y enarbolaran sus respectivos estandartes. Si Ananda hubiera vencido, Kashyapa habría tenido que deponer su estandarte ya que, cuando uno avanza, el otro debe retroceder, aunque no es este el caso en la historia que ahora nos ocupa. Si Kashyapa y Ananda fueran mástiles de sus respectivos estandartes, el rostro original jamás podría ser revelando. Cuando un mástil es derribado, otro se revela. Así pues, cuando Kashyapa le dijo que depusiera el mástil de su bandera, Ananda experimento un profundo despertar y maestro y discípulo devinieron uno con la vía. Pero después de este gran despertar, Kashyapa también fue derribado y lo mismo ocurrió con las montañas y los ríos. Como resultado de todo ello, el Kesa del buda se posó espontáneamente sobre los hombros de Ananda.
No debéis por tanto, quedaros en el pie al borde del abismo insondablemente profundo que se abre en vuestro interior. No os apeguéis a la pureza, debéis ir todavía más allá hasta comprender que todas las palabras no son más que ecos. Todos los budas y patriarcas que, generación tras generación, se han sucedido en este mundo, no han dejado de señalar este mismo principio: aunque nadie pueda entenderlo plenamente, la Mente solo puede transmitirse a través de la mente. Pero aunque esas masas de carne – Kashyapa y Ananda sean “la persona” revelada en el mundo como uno o dos rostros, no debéis pensar, sin embargo, que solo ellos son esa persona. Cada uno de vosotros, monjes es el acantilado de diez mil pies de profundidad, los mil cambios y la miríada de transformaciones de “esa persona”. En el mismo momento en que entendáis que es “esa persona” todo se desvanecerá de inmediato. No pretendáis, pues, deponer otro mástil que no seais vosotros mismos.
Segun: Bovay, Kaltenbach, De Smedt (1999): Zen. Práctica y enseñanza, historia y tradición, civilización y perspectivas. Barcelona: Editorial Kairós.
Francis Dojun Cook (2006): Denkoroku (Cronicas de la transmisión de la luz) Maestro Keizan. Barcelona: Editorial Kairós
UBAKIKUTA
El cuarto patriarca fue el venerable Ubakikuta, que sirvió a Shonawashu durante tres años antes de afeitar su cabeza y hacerse monje. En cierta ocasión, Shonawashu le formuló la siguiente pregunta:
- ¿Es tu cuerpo o tu espíritu el que ha renunciado al hogar?
- En realidad – respondió el maestro Ubakikuta – he abandonado el hogar físicamente.
-¿Cómo puede el maravilloso Dharma de los budas tener algo que ver con el cuerpo o con la mente? Inquirió entonces el venerable.
Al escuchar esto, el maestro experimentó el gran despertar.
Teisho de Keizan Zenji:
Ubakikuta exhibió – al igual que ocurrió en vida del Tathagata – los poderosos efectos del Dharma del Buda. A la edad de diecisiete años el maestro se afeitó la cabeza. Fue entonces cuando Shonawashu le preguntó: “Ha sido tu cuerpo o tu espíritu el que ha renunciado al hogar?”. Según el budismo, existen dos tipos fundamentales de abandono del hogar, el físico y e el mental. El primero implica desprenderse del amor y del afecto, abandonar el lugar de nacimiento, afeitarse la cabeza, vestir los ropajes de monje o de monja, no tener sirvientes y esforzarse diligentemente en la práctica de la Vía durante la veinticuatro horas del día sin malgastar ni un solo instante. Eso es todo lo que desea, quien renuncia físicamente al hogar, sin complacerse en la vida ni temer a la muerte, con una mente tan pura como la luna de otoño y unos ojos tan claros como el mas resplandeciente de los espejos. Tampoco busca la mente ni añora contemplar su naturaleza original. No cultiva la santa verdad y, mucho menos todavía, los apegos mundanos. De este modo no mora en el estado de la gente ordinaria ni anhela el rango de sabio o de santo, sino que trata humildemente de convertirse en un buscador inconsciente de la Vía. Así son las personas que renuncian físicamente al hogar.
Quienes, por su parte, renuncia espiritualmente al hogar no afeitan su cabeza ni se atavían con los hábitos de monje. Aunque vivan en su hogar y se ocupen de sus obligaciones mundanas, son como lotos que no se manchan con el lodo entre el que crecen y como joyas en las que no se deposita le polvo. Así, por mas que los condicionamientos kármicos le lleven a tener esposa e hijos, no permanecen, sin embargo atados a ellos. No se pierden ni por un momento en el amor ni en la codicia. Al igual que la luna suspendida del cielo o la canica que rueda dentro de un plato, ellos se mantienen serenos en medio del tumulto de la urbe. Se hallan justo en medio de los tres mundos y ubicados más allá del tiempo. Se han dado cuenta de que pretender erradicar la pasiones es una enfermedad y de que es un error tratar de perseguir la realidad ultima. Comprenden que tanto el samsara como el nirvana son ilusorios y no se aferran, por tanto, a la iluminación ni a las pasiones. Así son quienes renuncian en espíritu al hogar.
Sin embargo, desde el punto de vista del maravilloso Dharma del Buda, esa no es ninguna explicación, por esto por lo que Shonawashu agregó que los budas no abandonan el hogar física ni mentalmente, es decir, que tal abandono no puede ser explicado en términos de los cuatro elementos o los cinco agregados, ni tampoco puede ser considerado como el profundo misterio de la verdad. Los budas son como el espacio que carece de interior y de exterior y, en consecuencia, no pueden ser concebidos en términos de sabiduría o de ignorancia y tampoco se hallan limitados por la mente o por el cuerpo. Eso fue todo lo que, en esa ocasión, se limitó a decir Shonawashu, aunque conocía muchos principios sutiles y era experto en numerosas enseñanzas.
No digáis que le Buda “es el único venerado” y tampoco afirméis que viene o que va. ¿Quién puede hablar de “antes de que sus padres nacieran” o del “tiempo que presidió al eón vacío”? Quien alcanza ese lugar trasciende tanto el nacimiento como el no nacimiento y se libera tanto de lamente como de la no mente. Se asemeja al agua que asume la forma del recipiente que la contiene o al espacio que envuelve todas las cosas. Por mas que creáis haberlo asido, vuestra manos siguieran vacías y tampoco podréis encontrarlo por mas que lo busquéis. Así es el maravilloso Drama de los Budas. Cuando alcancéis ese lugar descubriréis que ahí no existen Ubakikuta ni Shonawashu, de modo que no podréis concluir si se mueven o están quietos, si vienen o si van. Y aunque podamos afirmar la existencia del “ser” y del “no ser”, del “yo” y del “otro”, todas estas palabras no dejarán de ser más que murmullos en el fondo de un río o ecos en la inmensidad del espacio.
Si no experimentáis, aunque solo sea una vez, ese lugar, la sabiduría de un millón de enseñanzas y el conocimiento de innumerables principios maravillosos serán tan estériles como el discurrir de la conciencia karmica ordinaria. Así pues cuando Shonawashu habló de ello y Upagupta alcanzó instantáneamente el despertar, fue como si estallara un trueno en el cielo despejado o como si un violento fuego arrasara súbitamente toda la tierra. Ese estruendo no solo arrancó de raíz el oído de Ubakikuta, sino que también le hizo transcender instantáneamente su misma existencia. El violento fuego que entonces se desencadeno redujo a cenizas las enseñanzas de los budas y el verdadero rostro de los patriarcas, cenizas que tenían estampadas el nombre del venerable Upagupta y eran tan duras como la piedra y tan negras como la laca. Ubakikuta ayudó a muchas personas a desprenderse de su naturaleza ordinaria y haciendo pedazos sus cuerpos contaba en vano la vacuidad arrojando tallos de hierba y quemando la misma vacuidad, se desembarazaba de cualquier rastro de ella.
Segun: Francis Dojun Cook (2006): Denkoroku (Cronicas de la transmisión de la luz) Maestro Keizan. Barcelona.DAITAKA
En cierta ocasión, Daitaka, el quinto patriarca, dijo:
-Quien abandona el hogar para convertirse en monje es un Yo sin yo, un yo que nada posee. La Mente original carece de principio y de final. Esa es la Vía eterna. También todos los budas son eternos. La Mente carece de forma y su esencia permanece inmutable.
-Debes alcanzar el despertar completo y actualizarlo con tu propia mente – puntualizó entonces Ubakikuta.
Al escuchar esto, Daitaka experimentó el gran despertar.
Teisho de Keizan Zenji:
Esta renuncia la hogar nos revela al Yo carente de yo, un Yo, por tanto, que no puede ser definido en terminos de cuerpo ni de mente. El yo carente de yo es la Via eterna que carece de principio y de final. Por consiguiente, no pertenece a los budas ni tampoco a los seres ¡cuánto menos a los cuatro grandes elementos, los cinco agregados, los tres mundos o los seis destinos del renacimiento! Aunque vemos, oímos y percibimos, la mente carece de forma, no viene ni va y tampoco se mueve ni permanece inmóvil. Pero ese conocimiento no es mas que una mera comprensión intelectual. Daitaka solo había alcanzado este tipo de comprensión, por esto por que Ubakikuta le indico que todavía debía actualizar su propia Mente y experimentar el gran despertar, un despertar equiparable al cuño imperial que se estampa en las mercancía y garantiza la calidad de un producto apto para el consumo y que no esta destinado al uso oficial. Eso mismo es lo que sucede cuando se entrecruzan los caminos del maestro y el discípulo. Por mas que entendáis los principios y alcancéis el gran despertar. Si esto no ocurre- aunque solo sea una vez – seréis personas con una estéril comprensión intelectual que jamás han penetrado en la Mente esencial. ¿Cómo pretendéis escapar de las ataduras del yo y del otro si todavía no os habéis desprendido de la imágenes pueriles sobre el Buda y el Dharma?
Poco importa, si no lográis atisbar el despertar, que os afeareis a las palabras pronunciadas por el Buda durante cuarenta y nueve años o que sigáis al pie de la letra la enseñanza de los tres o de los cinco vehículos, porque difícilmente llegareis entonces a ser monjes merecedores del kesa. Por mas que podáis explicar mil sutras y los diez mil comentarios, contemplar el rostro de los budas, hacer que tiemble la tierra y que lluevan flores del cielo, seguiréis permaneciendo todavía en el estado de ratón de biblioteca y muy alejados, por tanto, del verdadero monje merecedor del kesa.
No debéis tratar de comprender pues, por ejemplo, que los tres mundos son solo Mente” que “todas las cosas son reales” que “todo ser posee la naturaleza budica” o que es “absolutamente vacío e inmutable”. Si afirmáis que “todas las cosas son reales” todavía os estaréis moviendo en el mundo de las categorías; si decís que “todo es vacío” incurriréis en la visión errónea del nihilismo; si sostenéis que “todo ser posee la naturaleza de Buda” estaréis afirmando la existencia de una naturaleza espiritual distinta a la naturaleza ordinaria y si, por ultimo, declaráis que “solo existe la Mente” no haréis mas que obstaculizar vuestra propia comprensión. Quien busca la respuesta definitiva en los mil Sutras o en los diez mil comentarios resta lamentablemente tratando de huir de su propio padre. La sagradas enseñas solo serán vuestras cuando descubráis vuestro propio cofre y dejéis que salga a la luz el tesoro de los sutras que mora en vuestra propia Mente.
Mientras no lo hagáis así, los budas y los patriarcas serán vuestros enemigos. Alguien ha dicho: ¿Qué perverso demonio te obliga a renunciar al hogar? ¿Qué malvado diablo te lleva a vagabundear de aquí para allá como un monje sin techo? Tanto si respondes como si no lo haces te matare a bastonazos”. Como ya hemos dicho anteriormente uno no debe renunciar al hogar buscando el beneficio de la mente o del cuerpo. Este es el motivo por el cual Daitaka, que no comprendía esto, era todavía indigno de llevar el Kesa. Solo cuando Ubakikuta se lo señaló puedo llegar a experimentar por vez primera el gran despertar y fue capaz de actualizar la esencia de la Mente.
Gentes de bien, debéis esmeraros en practicar la Vía. No asentéis vuestra comprensión en los libros ni tratéis de discernir lo espiritual basándoos en el conocimiento ordinario. Dejad de establecer diferencias entre el cielo y la tierra, entre lo sagrado y lo mundano, entre le karma personal y el karma colectivo. Entonces no tendréis dificultad alguna para moveros hacia el pasado o hacia el futuro ni existirá tampoco la menor diferencia entre acceder a vuestro antojo al estado iluminado o salir de el para servir a todos los seres. Todas esas diferencias son meros garabatos esbozados en el vacío o estelas en la mar. Contemplad directamente el rostro del Buda, experimentad plenamente el despertar y la naturaleza de vuestra Mente original. De este modo, al igual que una calabaza se encuentra enredada entre su propios tallos y el halo rodea una resplandeciente joya, uno comprende la existencia de la Morada Interna en la que habitan los Buda y los patriarcas y recala en ella por vez primera.
Según: Francis Dojun Cook (2006): Denkoroku (Crónicas de la transmisión de la luz) Maestro Keizan. Barcelona.BASHUMITTA
El venerable Bashumitta, el séptimo patriarca, coloco un vaso de vino ante el venerable Mishaka, luego se postro ante el y volvió nuevamente a levantarse.
-¿Este vaso es tuyo o mío? – le preguntó entonces el venerable Mishaka.
Bashumitta se quedó entonces un momento pensativo.
- Si crees que es mío se trata de tu naturaleza esencial, pero si crees que es tuyo recibirás mi Dharma. – prosiguió Mishaka.
Al escuchar estas palabras, Bashumitta despertó inmediatamente a la naturaleza esencial no nacida.
Circumstancias
El maestro había nacido en el norte de India y pertenecía a la familia Bharadvaja. Nadie conocía su nombre y todo el mundo creía que estaba loco porque, aunque siempre vestía pulcramente, se dedicaba a vagabundear de un lado a otro del pueblo gimiendo y gritando con un vaso lleno de vino en la mano. Por aquella época, el venerable Mishaka estaba realizando una gira de enseñanzas por el norte de la india y, cuando recaló en una ciudad sobre cuyas murallas flotaba una nube dorada, se dirigió a sus seguidores y dijo:
- Esta es una prueba del poder del gran hombre a quien transmitiré mi Dharma.
- ¿Sabes lo que sostengo en mi mano? – le preguntó Bashumitta apenas Michaka hubo terminado de hablar.
- No es un vaso puro sino impuro – replicó Mishaka.
Bashumitta colocó el vaso de vino frente al venerable Mishaka y entonces experimento el despertar a la naturaleza esencial no nacida. Luego el vaso se esfumo en la nada.
- Esfuérzate en decirme tu nombre y te explicaré la causas de las vidas pasadas que te han conducido hasta mi – prosiguió el venerable Michaka.
Bashumitta replicó entonces con el siguiente poema:
A lo largo de incontables eones
Hasta el momento de mi nacimiento en esta tierra
El nombre de mi familia ha sido el de Bharadvaja
Y el mío propio Bashumitta.
Entonces Mishaka dijo:
- Mi maestro, el venerable Daitaka, contaba que, en cierta ocasión, mientras el Venerado por todo el mundo se hallaba viajando por el norte de India, dijo a Ananda: “Trescientos años después de mi muerte habitara en esta tierra un hombre santo apellidado Bharadvaja y cuyo nombre será el de Bashumitta que acabará convirtiéndose en el séptimo patriarca del linaje del Zen”. Esta es la predicción que hizo el Venerado sobre ti. Debes aprestarte, por tanto, a renunciar al hogar.
- Sé que en una vida anterior – respondió Bashumitta- obsequié al Tathagata con un sitial de diamante. En aquella ocasión el Buda me dijo: Durante el Eon Afortunado llegaras a convertirte en patriarca del linaje del Buda Shakyamuni.
Así fue como Bashumitta se convirtió en el séptimo patriarca.
Teisho de Keizan Zenji
Antes de encontrarse con el venerable Mishaka, Bashumitta llevaba consigo día y noche un vaso de vino sin abandonarlo un solo instante. Bien podríamos decir que, en realidad el vaso era un símbolo que representaba al mismo Bashumitta. Es por esto por lo que, al comienzo de nuestra historia, Bashumitta le preguntó al venenerable Mishaka si sabia lo que sostenía en la mano. Aunque lleguéis a daros cuenta de que la mente es la Vía y entendáis que el cuerpo es el Buda, vuestro recipiente todavía sigue siendo un vaso impuro; por mas que sepáis que existió en el pasado y que sigue existiendo en el presente y que comprendáis que es algo originalmente completo, seguirá siendo, no obstante, un recipiente impuro. ¿De que pasado y de que presente estamos hablando? ¿Cuál fue su origen y cual será su final? Es inevitable que ese tipo de imágenes enturbie su pureza. Cuando Bashumitta se percató de la superioridad de este principio, puso boca abajo el vaso ante Mishaka para simbolizar su conversión.
Mishaka, por su parte, se limitó a preguntar si el vaso era de Bashumitta o suyo. Su pregunta no tenia que ver con el pasado ni con el presente y, por consiguiente, tampoco tenia nada que ver con el ir o con el venir. Solo entonces puede uno formularse la pregunta de si el vaso es “propio” o “ajeno”. Cuando Bashumitta se detuvo a pensar en el asunto, Mishaka prosiguió diciendo: “si el recipiente me pertenece, entonces se trata de tu propia naturaleza esencial”, en cuyo caso, el recipiente no era de Mishaka. Luego añadió que si creía que el recipiente era de Bashumitta, le transmitiría su Dharma. Pero, en tal caso, el vaso tampoco pertenecía a Bashumitta. Así pues, como el recipiente no era ni de uno ni de otro, tampoco puede decirse que era un recipiente y, por tanto, se esfumó en la nada. Ciertamente esta historia carece de sentido para las personas de hoy en día. Por mas que practiquéis sin descanso y arribéis a un lugar al que no puedan acceder ni los budas ni los patriarcas, seguiréis siendo recipientes impuros que necesariamente enturbian la pureza. La persona realmente pura no trata de instalarse en la pureza y en ese mismo sentido, tampoco puede decirse que exista recipiente alguno. Los senderos del maestro y del discípulo se entrecruzan cuando no existe obstáculo alguno en el camino. Vosotros recibís mi Dharma porque esa es vuestra naturaleza esencial. En realidad, nadie puede daros nada ni tampoco podéis recibir nada de otra persona. Solo cuando lleguéis al fondo del asunto podréis hablar en términos de maestro y de discípulo. Entonces el discípulo se eleva por encima de la cabeza del maestro y este se ubica a los pies del discípulo. En ese momento no existe separación alguna y mal puede decirse que haya dos cosas diferentes ya que, cuando el recipiente ha desaparecido, resulta muy difícil seguir hablando de el.
Cuando alcancéis este dominio desaparecerán vuestro cuerpo y vuestra mente. Si ya resulta difícil hablar de existencias pasadas o presentes ¿cómo podríamos hablar de nacimiento o de muerte, de idas y de venidas? ¿Cómo podéis ser consciente de la piel, la carne, los huesos y la medula? Este es un dominio en el que el cielo se funde en una sola masa en la que no caben anverso ni reverso y en la que tampoco puede hablarse de interior o de exterior.
FUNYOMITTA
Cuando Funyomitta, el vigesimosexto patriarca, fue coronado príncipe, Bashashita le hizo la siguiente pregunta:
- ¿Qué debes hacer para renunciar al hogar?
- cuando renuncie al hogar no haré nada en particular respondió Funyomitta.
-¿Qué es, concretamente, lo que no arras? – puntualizó entonces Bashashita.
- No llevaré a cabo ninguna acción ordinaria – respondió Funyomitta.
- Y para ello ¿qué deberás hacer? – insistió el venerable.
-Tendré que poner en práctica la actividad del Buda – contestó Funyomitta.
- Príncipe – concluyó finalmente Bashashita-, tu sabiduría es extraordinaria. Tú serás mi sucesor.
Entonces el patriarca le permitió renunciar al hogar.
El maestro era el principe sucesor del rey “Victoria Triunfante”, cuyo reino se hallaba en el sur de la India. Despues de haber vencido a un maestro no budista – llamado Arynatman – Bashashita, el vigesimoquinto patriarca, se había dirigido hacia el sur. En esta época el rey de aquella región – llamado Devaguna – invitó a Bashashita, le dio la bienvenida y le entregó numerosos presentes. El rey tenia dos hijos. Uno de ellos, llamado “Victoria Triunfante” era muy fuerte e impetuoso, el otro, llamado Funyomitta era muy pacifico y estaba aquejado por una larga enfermedad. Una vez que el venerable expuso la ley de causa y efecto, el rey se liberó súbitamente de todas sus dudas.
Tras la muerte de Devaguna, el príncipe sucesor, Victoria Triunfante, se convirtió en rey pero, como era seguidor de las enseñanzas no budistas, trató de obstaculizar la labor del patriarca Bashashita, no dudando siquiera en encarcelar a su hermano Funyomitta para conseguirlo. El rey preguntó entonces a Bashashita:
- Hace y tiempo que me ocupo de extirpar lo sobrenatural de mis dominios. ¿Cuál es tu enseñanza? – preguntó el rey a Bashashita.
- Ciertamente hace ya tiempo que no hay falsas enseñanzas en este reino. Transmitiré, pues la enseñanza del Buda.
-Pero si el Buda murió hace doscientos años, ¿de quien ha recibido el maestro su enseñanza?
- El gran ser Kasyapa recibió el sello del Buda que, durante veinticuatro generaciones, ha sido transmitido de patriarca en patriarca hasta llegar a Shishibodai, de quien yo lo recibí – respondió Bashashita.
- Según he oído, el monje Shishibodai no pudo impedir su propia ejecución. ¿Cómo pudo, pues, haber transmitido el Dharma a su sucesor? –preguntó nuevamente el rey.
- Antes de que aparecieran los problemas, el venerable transmitió el kesa y un poema del Dharma que son los auténticos signos de la trasmisión.
-¿Dónde esta ese kesa? –inquirió el rey.
El patriarca sacó entonces el manto de su bolsa y se lo mostró al rey, quien ordenó que fuera quemado de inmediato pero, cuando trataron de cumplir sus ordenes, del kesa emanaron cinco colores y, al consumirse el fuego, seguía incólume. El rey, entonces, ante la evidencia de que Bashashita el auténtico heredero del Dharma de Shishibodai, se arrepintió profundamente y se postro ante el patriarca. Luego perdono también a su hermano el príncipe Funyomitta, y accedió a que se hiciera monje. Fue entonces cuando el patriarca pregunto al príncipe: ¿Qué debes hacer para renunciar al hogar? Y tuvo lugar el episodio que hemos reseñado anteriormente que concluyo con la renuncia de Funyomitta al hogar.
Teisho de Keizan Zenji
Después de este hecho, Funyomitta sirvió al vigesimocuarto patriarca durante seis años. Mas tarde, al recibir el tesoro del ojo del verdadero Dharma del Thatagata, Bashiashita le dijo: “Este tesoro ha sido transmitido de generacion en generación hasta llegar al momento presente. Debes custodiarlo, transmitirlo cuando llegue el momento y enseñar a todos los seres sensibles”. Cuando el maestro hubo recibido esta secreta confirmación, se liberó tanto de la mente como del cuerpo. Como ya hemos dicho, la renuncia al hogar no era, para el maestro, un asunto ordinario. Es por esto por lo que, cuando Bashishita le preguntó qué era lo que debía hacer quien deseaba convertirse en monje, respondió: “Tendré que poner en práctica la actividad del Buda”.
Cuando el venerable le preguntó “que era lo que debía hacer” no se estaba refiriendo a ningún “asunto ordinario”. Debéis entender, por tanto, que la renuncia al hogar no se realiza par cumplir con ningún propósito mundano. Por mas que os rapéis la cabeza y tiñáis de negro vuestro ropajes para parecer seguidores del Buda, no dejareis por esto lo de pensar en términos de “yo” y “los demás”. Si no os desidenficais de las distinciones entre hombre y mujer, todo seguirá siendo un asunto ordinario que en modo alguno puede ser considerardo la actividad de un Buda. Desde la Mente original no existe ni la actividad del Buda ni los asuntos mundanos, pero cuando desconocemos la Mente original hablamos de asuntos ordinarios. La verdadera “actividad del Buda” consiste en aclarar nuestra Mente original.
Cuando alumbréis vuestra verdadera Mente original se desvanecerán simultáneamente todos los signos relativos al nacimiento y la extinción. ¿Cuánto menos, pues, podrá haber seres despiertos y seres ordinarios? Si lográis acceder a esta experiencia, los cuatro grandes elementos y los cinco agregados dejaran de existir. ¿Cómo podrían, entonces establecerse la tres esferas de existencia y los seis destinos? Es por esto por lo que, en ultima instancia, no hay hogar al que renunciar ni cuerpo alguno que deba ser habitado. Por ello se habla de renunciar al hogar. No hay nada en lo que se pueda morar, el hogar es destruido y la persona perece. Entonces el samsara y el nirvana se extinguen espontáneamente sin necesidad de erradicar nada, y el bodhi y las impurezas se ven abandonadas sin que haya tampoco que extirparlas. Pero esto no es algo que suceda súbitamente porque , de hecho, durante los cuatro eones del origen, permanencia, cambio y vacuidad, jamás ha habido la menor perturbación. La Mente original de todos los seres es como le cielo, cuya inmensidad carece de interior y de exterior, y como el agua, que no tiene ni dentro ni fuera. No alberguéis, por tanto, el menor temor por ser una persona laica ni sintáis tampoco orgullo alguno por haber renunciado al hogar. Lo único que tenéis que hacer es poner fin a todo tipo de consideraciones externas y discernir internamente.
Tratad, por un momento, de observar con atención sin que vuestra mente se disperse ni vagabundee hacia adelanto o hacia atrás. ¿Acaso existe, en este mismo instante, algo que pueda ser llamado “yo” o algo que pueda ser llamado “otro”? ¿Qué sentido tienen, si no hay signo alguno del “yo” o del “otro” o de los términos “bueno” y “malo”? Desde el mismo principio, la Mente original ha sido tan resplandeciente como el sol y la luna. No existe un solo lugar que no pueda verse iluminado por ella.
Según: Francis Dojun Cook (2006): Denkoroku (Crónicas de la transmisión de la luz) Maestro Keizan. Barcelona.
BODHIDHARMA
Keizan Zenji (1268 – 1325)
El Maestro Keizan fue el tercer sucesor del Maestro Dogen después de Koun Ejo y de Tettsu Gikai (1219 – 1309). Gracias a Keizan el verdadero Zen transmitido por Dogen se extendió por todo Japón. Allí fundó numerosos templos, el más importante de ellos, Soji-ji, sigue siendo hoy, con Eihei-ji, uno de los principales templos del Zen soto. Keizan hizo realidad el despertar al oír los comentarios de Gikai sobre el koan de Joshu: “La Vía es el espíritu cotidiano”. Escribió el Denkoroku, “La historia de la transmisión del despertar desde el Buda Shakyamuni” y el Zazen Yoyinki, “Recomendaciones para la práctica de zazen”. He aquí algunos extractos:
“Zazen permite simplemente que la gente despierte su espíritu y que permanezca a gusto con sus facultades originales. Es lo que se llama mostrar el rostro original y revelar la naturaleza fundamental. El cuerpo y el espíritu caen, se desapegan, poco importa que estemos sentados o tumbados. Así, ya no pensamos ni en el bien ni en el mal y podemos trascender lo ordinario y lo sagrado, ir más allá de cualquier concepto de ilusión y de iluminación, y franquear totalmente las fronteras de los seres sensibles y de los budas…
De esta manera, zazen conduce directamente al océano del desperar, manifestando el cuerpo de todos los budas. El espíritu original inconcebiblemente claro se revela súbitamente, la luz original brilla por todas partes. En el océano nada crece ni decrece y las olas nunca vuelven hacia atrás. Por eso los despiertos han aparecido en el mundo con la sola intención de traer a la gente el conocimiento y la visión del satori. Tenían un arte apacible, impecable y sutil, llamado zazen, estado de absorción que es el rey de todos los estados de concentración. Permaneciendo en esta absorción aclaramos directamente nuestro espíritu. Así comprendemos que es la puerta principal en la vía del satori…
El Buda ha dicho: “Aprender y pensar, es como quedarse delante de la puerta, estar sentado en zazen, es volver a casa para sentarse en paz” Que verdad es!
Un monje de la antigüedad ha dicho: “Cuando termina la conferencia, llega la tranquilidad, cuando llega la tranquilidad, aparece la sabiduría y cuando aparece la sabiduría, se ve la realidad”.Puede parecer que el espíritu se hunde o se escapa volando, a veces parece huraño, a veces agudo. A veces ves fuera de la habitación, a veces puedes ver a través del cuerpo, a veces ves formas de buda o de bodhisattva. A veces comprendes las Escrituras y los tratados. Este tipo de cosas extraordinarias son enfermedades debidas ala carencia de armonía entre la conciencia y la respiración…
Incluso si no debéis guardar la enseñanza para vosotros mismo, no tenéis que hablar de ello, salvo si alguien os pregunta: permaneced silenciosos las tres primeras veces y ceded a la carta vez que os lo pidan en serio. De diez cosas que querríais decir, omitid nueve. Que el moho crezca alrededor de vuestra boca, como un abanico en invierno, como una campana suspendida en el aire. No interrogar al viento en todas las direcciones es una característica de las personas de la vía. Seguid sencillamente los principios de la enseñanza, no os preocupéis de la persona: andad por el camino y no os congratuléis – este es el punto mas importante que hay que recordar…”
Los dos grandes discípulos y sucesores de Keizan fueron Gassan Joseki (1275 – 1365) y Meiho Sotetsu (1277 – 1350).
De: Bovay, Kaltenbach, De Smedt (1999): Zen. Práctica y enseñanza, historia y tradición, civilización y perspectivas. Barcelona: Editorial Kairós.