No es una religiòn pues le faltan elementos esenciales como son el culto, los sacrificios, las oraciones. Carece tambièn de los sentimientos de culpabilidad y de la obligaciòn de satisfacer por ella a Dios. Tampoco es una filosofìa en el sentido moderno de filosofìa autònoma emancipada de la religiòn. Es un
humanismo profundamente espiritualista. El hombre es en el taoìsmo un compuesto de materia còsmica plasmado y vivificado por el Tao por su Virtud Te inmanente a todos los seres y, en especial, al más noble de ellos, al hombre. Pero este hombre se ha disociado del Tao y de su Virtud vivificante y con eso se ha apartado de su pureza celestial primitiva. Este extravío se debe a la seducciòn de los sentidos que van tras los colores, sonidos, sabores y tambien a la inteligencia que, inducida por el amor o por simpatías, juzga las cosas según el agrado o desagrado, conveniencia o repugnancia a sus fines subjetivos. Asì se han formado criterios y costumbres falsos y perniciosos llamados mundanos porque son los que rigen en el mundo.
Para restaurar al hombre en su primitivo ser y en la uniòn con el Tao y su Virtud, es necesaria una ascesis que nos devuelva a la pureza y verdad primitvas. Los que han llegado a ella son llamados
hombres-verdad, santos, hombres espirituales y hombres-cumbres. Es pues un humanismo que trata de restaurar en el hombre su ser divino participado del Tao.
Para comprender esta espiritualidad necesitamos estudiar tres cosas: el concepto que el taoísmo tiene del Tao, el que tiene del mundo de los seres cuya atracciòn le aparte del Tao y por fin el concepto del hombre o del yo en su entereza primitiva, es decir, de la santidad.