Los peces nacen en el agua, el hombre nace en el Tao.Si los peces, nacidos en el agua, buscan la sombra profunda del estanque o la alberca, todas sus necesidades son satisfechas.Si el hombre, nacido en el Tao, se hunde en la profunda sombra de la no-acción, para olvidar la agresión y las preocupaciones, no le falta nada, su vida es segura.
Moraleja: "Todo lo que necesita el pez es perderse en el agua.Todo lo que necesita el hombre es perderse en el Tao".

AVISO

queridos amigos los haikus que humildemente escribo están en este sitio: www.haikusilvestre.wordpress.com
gracias ! Namasté

11 nov 2010



(Libro VII: El libro del yoga. Canto V: El descubrimiento del alma. Sri aurobindo Ghose)

y atravesando un muro sin puertas de fuego viviente
se halló subitamenteante su alma secreta.

Un ser estaba allí inmortal en lo efímero,
imperecedero jugando con cosas fugaces,
en cuyos grandes ojos de serena felicidad
que ni la compasión ni el dolor podían abolir
el Infinito dirigía su mirada sobre las formas finitas:
observadora de los pasos silentes de las horas
la Eternidad sostenía los actos del instante
y las efímeras escenas de la representación del Eterno.
En el misterio de su voluntad selectiva,
participante en la Comedia Divina,
representante consciente del Espíritu,
delegada de Dios en nuestra humanidad,
compañera del universo, rayo del trascendente,
había ella entrado en el recinto del cuerpo mortal
para jugar con el Tiempo y la Circunstancia.
El juego en el mundo era aquí su móvil supremo,
la pasión de este juego iluminaba sus ojos:
Veía todas las cosas como máscaras de la Verdad
disfrazada con los trajes de la Ignorancia,
cruzando los años hacia la inmortalidad;
podía afrontarlo todo con la paz inconmovible del espíritu.
Mas como ella conoce las fatigas de la mente y de la vida
como una madre siente y comparte las vidas de sus hijos,
insufla una parte pequeña de sí misma,
un ser no mayor que el pulgar humano,
en una oculta región del corazón
para afrontar las penas y olvidar la dicha,
para compartir el sufrimiento y soportar las heridas terrenas
y laborar en medio de la labor de las estrellas.
Éste en nosotros ríe y llora, sufre los golpes,
exulta en la victoria y lucha por la corona;
identificado con la mente, el cuerpo y la vida,
hace suya su angustia y su derrota,
sangra con el azote del Hado y pende en la cruz,
mas es el yo indemne e inmortal
que sostiene al actor en el escenario humano.
A través de éste nos transmite ella su gloria y sus poderes,
nos empuja hacia cumbres de sabiduría, a traves de abismos de dolor;
nos de la fuerza para hacer nuestra diaria labor
y la compasión que comparte la aflicción de los demás
y la escasa fuerza que tenemos para ayudar a nuestra raza,
nosotros que debemos desempeñar el papel del universo
representándolo en una exigua forma humana
y acarrear sobre los hombros al mundo sufriente.
Éste es en nosotros la divinidad pequeña y desfigurada;
en este humano fragmento de deidad
ella aloja la grandeza del Alma en el Tiempo
para que ascienda de luz en luz, de poder en poder,
hasta que alcance una cumbre celeste, y se torne rey.
En el cuerpo débil, en su corazón un poder invencible,
se eleva vacilante, sostenido por una invisible mano,
espíritu esforzado en una forma mortal.
Ahí, en esa cámara de llama y de luz se encontraron;
se contemplaron la una a la otra, se reconocieron,
la deidad secreta y su parte humana
el alma inmortal en calma y la que lucha.
Entonces, con la rapidez de una mágica transformación,
se arrojaron la una sobre la otra y se tornaron una."

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