Los peces nacen en el agua, el hombre nace en el Tao.Si los peces, nacidos en el agua, buscan la sombra profunda del estanque o la alberca, todas sus necesidades son satisfechas.Si el hombre, nacido en el Tao, se hunde en la profunda sombra de la no-acción, para olvidar la agresión y las preocupaciones, no le falta nada, su vida es segura.
Moraleja: "Todo lo que necesita el pez es perderse en el agua.Todo lo que necesita el hombre es perderse en el Tao".

AVISO

queridos amigos los haikus que humildemente escribo están en este sitio: www.haikusilvestre.wordpress.com
gracias ! Namasté

17 nov 2010

ORACIÓN DE SALOMÓN PARA OBTENER LA DIVINA SABIDURÍA


¡Oh Dios de mis padres y Señor de misericordia, que hiciste todas las cosas por medio de tu palabra y con tu Sabiduría formaste al hombre para que fuese señor de las criaturas que tú hiciste, a fin de que gobernase la redondez de la tierra con equidad y justicia y ejerciese el juicio con rectitud de corazón! Dame aquella Sabiduría que asiste a tu trono y no quieras excluirme del número de tus hijos, ya que yo soy siervo tuyo e hijo de tu esclava, hombre flaco y de corta edad y poco idóneo aún para entender el derecho y las leyes. Porque, aun cuando alguno de entre los hijos de los hombres fuese un varón consumado, si se ausentare de él tu Sabiduría, no valdría nada (Sap. 9, 1-6).

Tu Sabiduría, que conoce tus obras, se hallaba también contigo entonces, cuando criabas el mundo, y había lo que era acepto a tus ojos y qué cosa era conforme a tus decretos. Envíala de tus santos cielos y del solio de tu grandeza, para que esté conmigo y conmigo trabaje, a fin de que sepa yo lo que te place, puesto que sabe ella todas las cosas, y todo lo entiende, y me guiará con acierto en mis empresas, y me protegerá con su poder, con lo cual mis obras serán aceptas, y gobernaré con justicia a tu pueblo, y seré digno del trono de mi padre. Porque, ¿quién de los hombres podrá saber los consejos de Dios?, o ¿quién podrá averiguar qué es lo que Dios quiere? Porque tímidos son los pensamientos de los mortales e inciertas o falaces nuestras providencias, pues el cuerpo corruptible apresa al alma y este vaso de barro deprime la mente, ocupada en muchas cosas. Difícilmente llegamos a formar concepto de las cosas de la tierra y a duras penas entendemos las que tenemos delante de los ojos. ¿Quién podrá, pues, investigar aquellas que están en los cielos? Y sobre todo, ¿quién podrá conocer tus designios o tu voluntad, si tú no le das Sabiduría y no envías desde lo más alto de los cielos tu Santo Espíritu, con que sean enderezados los caminos de los moradores de la tierra y aprendan los hombres las cosas que a ti placen? Visto que por la Sabiduría fueron salvados, ¡oh Señor!, cuantos desde el principio del mundo te fueron aceptos (Sap. 9, 9-19).

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