La espiritualidad que me interesa concierne a las cualidades del espíritu humano (el amor y la compasión, la paciencia, la tolerancia, el perdón, el contentamiento, el sentido de la responsabilidad, el sentido de la armonía) que nos aportan felicidad a nosotros mismos y a los demás.
Mientras el rito y la plegaria, así como las cuestiones del nirvana y de la salud, están directamente ligadas a la fe religiosa, esas cualidades interiores, sin embargo, tienen necesidad de existir.
No hay pues ninguna razón para que el individuo no pueda desarrollarlas, incluso a un alto nivel, sin recurrir a un sistema religioso o metafísico cualquiera.
Por eso digo a veces que quizá podamos pasar sin religión .
Y cuando pensamos en ellas, vemos que cada una de las cualidades así designadas se define mediante una inquietud implícita por el bienestar de los demás.
El que es compasivo, amante, paciente, tolerante y capaz de perdonar, reconoce el posible impacto de sus acciones en los demás y suscita su conducta en el mismo estado de espíritu. La práctica espiritual que resulta implica, por una parte, obrar sin preocuparse del bienestar de los demás, y por otra parte, nos conduce a transformarnos hasta estar dispuestos a hacerlo con gusto.
Hablar de práctica espiritual en otros términos que éstos, no tiene sentido .


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