Los peces nacen en el agua, el hombre nace en el Tao.Si los peces, nacidos en el agua, buscan la sombra profunda del estanque o la alberca, todas sus necesidades son satisfechas.Si el hombre, nacido en el Tao, se hunde en la profunda sombra de la no-acción, para olvidar la agresión y las preocupaciones, no le falta nada, su vida es segura.
Moraleja: "Todo lo que necesita el pez es perderse en el agua.Todo lo que necesita el hombre es perderse en el Tao".

AVISO

queridos amigos los haikus que humildemente escribo están en este sitio: www.haikusilvestre.wordpress.com
gracias ! Namasté

10 ene 2011

meditación taoista ...

Método del PAO I

Dentro del método del Pao I (cuidar, abrazar, guardar el Uno), Blofeld nos da un forma básica elemental que nos puede servir a los legos occidentales, más profundidad sería con una maestros calificado. “Cuidar el UNO-yang shen(espíritu yang)-significa esforzarse para ser cada vez más plenamente consciente de este vínculo con lo inefable, y actuar en consecuencia”.

El recomienda muy temprano buscar un lugar tranquilo para sentarse a meditar, respirar con calma y sentirse, entonces transformarse en una “bella vasija de bronce de cuatro patas, muy abierta por arriba. De las alturas aparecen dos seres celestiales, el masculino monta un tigre blanco y la dama inmortal un dragón verde (…). De las bocas de sus corceles surgen cuatro chorros de luz deslumbrante que se mezclan en la vasija, formando un elixir blanco y desaparecen en el horizonte. Mientras tanto el elixir se condensa rápidamente” y forma una perla; entonces el adepto recupera su estructura humana y aloja la perla en el xiao tan tien. Respirando profundamente hace que la perla ascienda por el “canal psíquico medial” hasta el nihuan, la mantiene allí y hace una meditación con estas ideas:

“Heme aquí, un ser en completa armonía con lo que le rodea y sin embargo aparentemente limitado por los confines del cuerpo que se extiende tan sólo desde la cúspide de mi cráneo hasta las puntas de mis dedos de las manos y los pies. Dentro de mi cabeza hay una cavidad sagrada que contiene mi tesoro más valioso, una resplandeciente gota de espíritu impermeable a la contaminación, por muy oscurecida que esté por negras nubes de ilusión. Esta gota de yang-shen es parte esencial de mí, si bien surge la misma fuente del ser. Aunque inmaculada, resplandeciente minúscula, es también infinitamente vasta, es el continente del cielo y la tierra. Ahí reside la esencia de mi yo, que no es mío en absoluto, sino que es yo del Tao inmensurable. En eso está todo el sentido de mi vida, mi esperanza más segura de elevados logros espirituales. Guardaré un pleno recuerdo de este tesoro noche y día, pues él es lo que me llena con una vitalidad ilimitada y me hace inmortal. Si permito que se oscurezca tanto que rara vez eleve mi nivel de conciencia, mis poderes vitales decaerán con la edad y, después de mi muerte, mi esencia se disipará y mi espíritu estará condenado a una disolución gradual. Estos son los peligros de dejar que las oscuras nubes entenebrecedoras que emanan del egoísmo, de los deseos desordenados, de las pasiones y la ilusión oculten durante largo tiempo el brillo de este tesoro. En la medida en que logre atravesar esta oscuridad, mi yang-shen resplandecerá con un brillo cada vez mayor y se expandirá dentro de mí hasta que toda mi mente y todo mi cuerpo estén llenos de su pura sustancia. Despierto o durmiendo, guardaré el recuerdo es está joya preciosa en la medida máxima de mis posibilidades, sin permitir nunca que esté lejos de la superficie de mi conciencia, sin actuar nunca de una manera indigna de ella.”

Después de la reflexión, esta joya brillante que se alberga en la mente, el adepto visualiza que la perla aumenta de tamaño y brillo “hasta que llena y resplandece en cada poro de su cuerpo. Creciendo más absorbe todo el entorno visible y llenando los más lejanos confines del universo. El adepto experimentará la perfecta identidad existente entre el contemplador, la contemplación y lo contemplado”, puede entrar en un estado de bienaventuranza.

El retorno debe ser suave y gradual, permaneciendo apacible, sin moverse por un rato, luego abre los ojos y mueve despacio su cuerpo y da por terminada su meditación.
Tomado de: Blofeld, John. La puerta de la sabiduría. Yogas contemplativos y curativos taoístas y budistas, adaptados para los practicantes occidentales de la Vía. Editorial Herder, Barcelona, 1983.
texto cedido por Javier David Molina Alamilla

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