Cuando servía de consejero y maestro espiritual, estuve visitando dos veces por semana a una mujer invadida por el cáncer. Algunas veces pronunciábamos unas pocas palabras durante esas visitas, pero la mayoría de las veces nos sentábamos en silencio. Fue así como comenzó a tener los primeros destellos de su quietud interior, la cual no había aprendido a conocer durante sus años agitados como educadora. Sin embargo, un día la encontré desesperada y enojada.
-"¿Qué pasó?" le pregunté. No encontraba su anillo de diamante, el cual tenía un valor monetario y sentimental muy grande, y me dijo que estaba segura de que lo había robado la mujer que iba a cuidarla durante unas horas todos los días. Dijo que no entendía cómo alguien podía ser tan cruel y despiadado como para hacerle eso a ella. Me preguntó si se debía enfrentar a la mujer o si sería mejor llamar a la policía inmediatamente. Le dije que me era imposible decirle lo que debía hacer pero le pedí que reflexionara acerca de la importancia que un anillo, o cualquier otra cosa, podía tener para ella en ese momento de su vida.
-"No entiende"- me respondió. "Era el anillo de mi abuela. Lo usé todos los días hasta que enfermé y se me hincharon las manos. Es más que un anillo para mí. ¿Cómo podría estar tranquila?" La rapidez de su respuesta y el tono airado y defensivo de su voz me indicaron que todavía no estaba lo suficientemente anclada en el presente para mirar en su interior y separar su reacción del evento a fin de observarlos ambos. La ira y la defensividad eran señales de que el ego hablaba a través de ella. Entonces le dije.
- "Le haré unas cuantas preguntas, pero en lugar de responderlas inmediatamente, trate de encontrar las respuestas en su interior. Haré una pausa breve entre cada una. Cuando le llegue la respuesta, quizás no llegue en forma de palabras". Dijo estar lista para escucharme. Entonces pregunté: "¿Se da cuenta de que tendrá que separarse del anillo en algún momento, quizás muy pronto? ¿Cuánto tiempo más necesita para desprenderse de él? ¿Perderá algo como persona cuando se desprenda de él? ¿Acaso ese ser que es usted se ha disminuido a causa de la pérdida?" Hubo unos minutos de silencio después de la última pregunta. Cuando comenzó a hablar nuevamente sonreía y parecía sentirse en paz.
-"Con la última pregunta caí en cuenta de algo importante. Primero busqué una respuesta en mi mente y lo que oí fue, 'por supuesto que te sientes disminuida'. Entonces me hice la pregunta nuevamente, '¿acaso esa que soy yo se ha disminuido?' pero tratando de sentir en lugar de pensar la respuesta. Y entonces sentí lo que soy. No había sentido eso antes. Si logro sentir lo que soy tan fuertemente, entonces esa que soy yo no se ha disminuido para nada. Todavía lo siento; es una sensación de paz pero muy vívida".
-"Esa es la alegría de Ser", le dije. "La única manera de sentirla es saliendo de la mente. El Ser se debe sentir, no se puede pensar. El ego lo desconoce porque está hecho de pensamiento. El anillo estaba realmente en su mente en forma de pensamiento, el cual usted confundió con el sentido de lo que Es. Pensó que esa que usted Es o una parte suya estaba en el anillo. Todo aquello que el ego persigue y a lo cual se apega son sustitutos del Ser que el ego no puede sentir. Usted puede valorar y cuidar las cosas pero si siente apego es porque es cosa del ego. Y realmente no nos apegamos nunca a las cosas sino al pensamiento que incluye las nociones de 'yo', 'mi' o 'mío'. Siempre que aceptamos totalmente una pérdida, trascendemos el ego, y entonces emerge lo que somos, ese Yo Soy que es la conciencia misma". Entonces ella dijo:
- "Ahora comprendo algo que dijo Jesús y a lo cual nunca le había encontrado mucho sentido: 'Si alguien te pide la camisa, entrégale también tu capa".
-"Así es", le respondí. "No significa que no debamos cerrar la puerta. Significa que algunas veces desprenderse de las cosas es un acto mucho más poderoso que el hecho de defenderlas o de aferrarse a ellas".
En las últimas semanas de vida su cuerpo se debilitaba, pero ella se tornó cada vez más radiante, como si una luz brillara en su interior. Regaló muchos de sus bienes, algunos a la mujer de quien sospechaba había tomado el anillo, y con cada cosa que entregaba ahondaba su dicha. Cuando la madre me llamó para anunciarme la noticia de su muerte, también mencionó que habían encontrado el anillo en el botiquín del baño. ¿Acaso la mujer devolvió el anillo, o había estado ahí todo el tiempo? Nunca lo sabremos. Pero algo sí sabemos.
La vida nos pone en el camino las experiencias que más necesitamos para la evolución de nuestra conciencia. ¿Cómo saber si ésta es la experiencia que usted necesita? Porque es la experiencia que está viviendo en este momento.
Eckhart Tolle - Una Nueva Tierra
escuchando silencios ... pretendidos haikus ... nacen desde la floresta ...
Los peces nacen en el agua, el hombre nace en el Tao.Si los peces, nacidos en el agua, buscan la sombra profunda del estanque o la alberca, todas sus necesidades son satisfechas.Si el hombre, nacido en el Tao, se hunde en la profunda sombra de la no-acción, para olvidar la agresión y las preocupaciones, no le falta nada, su vida es segura.
Moraleja: "Todo lo que necesita el pez es perderse en el agua.Todo lo que necesita el hombre es perderse en el Tao".
Moraleja: "Todo lo que necesita el pez es perderse en el agua.Todo lo que necesita el hombre es perderse en el Tao".
Hola, Irene.
ResponderEliminarQué bonitooooooo.
Gracias. Muchas gracias.
Bendiciones.
Marce