Tu antiguo devoto anda errante, esperando un favor que no Le has otorgado.


En el anochecer, cuando se mezclan las luces y las sombras con la polvorienta oscuridad, vuelve cansado a su templo en ruinas con el corazón hambriento.

¿Adónde te has ido?

Sin esperanzas te busco por todos los rincones de mi casa, pero no te encuentro.

Mi casa es un laberinto de ansiedades, y una vez que algo se ha perdido en ella ya nunca más se encuentra.

Más la tuya, Señor, es profunda e infinita; y sin embargo, buscándote en silencio he logrado llegar hasta tu puerta.

Estoy aquí y ahora bajo el dosel dorado de tu cielo crepuscular, y levanto mis ojos ansiosos a Tu Rostro.

He venido a Tu mar eterno; donde nada puede jamás perderse: ni las esperanzas, ni las alegrías, ni la visión de mi propio rostro bañado en lágrimas.

¡Ahoga mi vida vacía en tus aguas, Padre; húndela en Tú profunda plenitud!

¡Haz que sienta otra vez ese dulce contacto que he perdido en la totalidad de mi pobre y angosto universo!

R. Tagore