Para un practicante espiritual, los enemigos juegan un papel crucial.
Desde mi punto de vista, la compasión es la esencia de la vida espiritual.
Con el fin de vernos plenamente recompensados por la práctica del amor y la compasión, resulta indispensable el entrenamiento en la paciencia y la tolerancia.
No hay valor semejante al de la paciencia, del mismo modo que no hay miseria mayor que el odio.
Por tanto, debemos emplear todos nuestros esfuerzos en no nutrir el odio hacia nuestro enemigo, y en cambio reforzar nuestra práctica de la paciencia y la tolerancia.
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