Habían oído que era feliz.
Al verle, los tres sintieron que su presencia emanaba armonía, paz y serenidad.
¿Acaso tienes poder sobre otros hombres?", le preguntó el político.
Lao Tsé negó con la cabeza.
"El único hombre del que soy dueño es de mí mismo".
El empresario intervino: "¿Acumulas riquezas materiales?".
El sabio volvió a negar. "Lo único que tengo son estas ropas que llevo puestas".
El intelectual añadió: "¿Has alcanzado todo el conocimiento que los eruditos anhelan poseer?"
Lao Tsé negó con la cabeza por tercera vez. "El único conocimiento que atesoro es el que me brinda mi experiencia".
Desconcertados, los tres hombres preguntaron:
Y entonces, dinos: ¿cuál es la causa de tu felicidad?".
El sabio sonrió: "La verdadera felicidad no tiene ninguna causa.
Estoy vivo, y es lo único que necesito para ser feliz".
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