A pesar de saber,
Aún seguir creyendo.
Aunque sin dios arriba,
Aún con dios adentro.
No hay dios en el sentido de un padre o madre cósmicos que proveerá todas las cosas a sus hijos. Tampoco hay alguna burocracia celestial para la petición. Esos modelos no son descripciones de un orden divino, sino que son proyecciones de modelos arquetípicos. Si creemos en lo divino como en una familia cósmica, nos relegamos a nosotros mismos a una perpetua adolescencia. Si consideramos lo divino como un gobierno supremo, somos víctimas para siempre de la inconmensurable oficialidad.
Sin embargo no nos funciona el abandonar totalmente la fe. No implica que podamos preceder a toda creencia en seres superiores. Necesitamos de la fe, no porque hayan seres que nos castigarán o recompensarán, sino porque los dioses son formas maravillosas de describir las cosas que nos pasan. Personifican los aspectos más elevados de las aspiraciones humanas. Los dioses en los altares son metáforas esenciales para la experiencia espiritual humana.
La fe no debería debilitarse porque nos pasan cosas malas o porque se mueren nuestros seres queridos. La buena y la mala fortuna no están en manos de los dioses, así que es inútil culparlos. La fe tampoco necesita ser confirmada por alguna ocurrencia objetiva. La fe es auto afirmada. Si mantenemos la fe, tenemos sus recompensas. Si nos volvemos mejores personas, nuestra fe tiene resultados. Somos nosotros los que creamos la fe, y es a través de nuestro esfuerzo que la fe es validada.
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