El budismo enseña que en lo más profundo de todos los seres existe un depósito inagotable de amor y de potencial creativo. Los “cuatro velos” son los que nos impiden reconocer nuestra verdadera naturaleza. El primero, llamado el “velo de la ignorancia”, se refiere a nuestro desacierto fundamental en ser plenamente consciente de esta naturaleza. Es esta carencia fundamental de conocimiento de nosotros mismos lo que nos empuja continuamente a crear una identidad –un ego, un yo– para nosotros mismos y para los demás. Esta tendencia es el segundo velo, el “velo de las tendencias habituales”. Nuestra tendencia a crear un yo y un mundo, y luego a creer en la realidad de nuestras proyecciones, es análoga a la fabricación espontánea de un yo y de lo otro en el transcurso de nuestros sueños. Una vez creado este yo, tanto en la vigilia como en el sueño, quedamos sujetos a una miríada de emociones basadas en nuestra experiencia. Este “velo de las emociones” es el tercer velo. Según la teoría budista, una emoción puede ser considerada negativa si obstaculiza nuestro conocimiento de nosotros mismos o si nos conduce a comportarnos de forma egoísta, a perjudicar física o verbalmente a los demás. Estos actos egoístas o nefastos constituyen el último velo, el “velo de los actos”.
De El manual de retiro del gran Jamgon Kongtrul Lodro Taye, en Ediciones Dharma en otoño
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