El maestro y el discípulo emprendieron un apacible paseo por el campo al atardecer.
Caminaban tranquilamente, uno al lado del otra, en silencio. De súbito, el discípulo interrogó a su mentor:
-¿Puedes instruirme en la verdad?
El maestro preguntó:
-¿Escuchas el trino de los pájaros y el rumor del torrente?
-Sí, maestro, los escucho -repuso el discípulo.
Y el maestro dijo:
-Entonces, amigo mío, no tengo nada que enseñarte.
El discípulo se presentó ante su mentor y le preguntó:
-Si viniera a verte, maestro, sin traerte ningún presente en las manos, ¿qué dirías?
-¡Arrójalo! -ordenó el maestro.
-Pero si te he dicho que no traería nada -protestó el discípulo, intrigado.
Y el maestro volvió a ordenar enfáticamente:
-¡Arrójalo!
Dejó su hogar para dar comienzo a un prolongado viaje en busca de la serenidad. Así recorrió pueblos y ciudades; atravesó bosques y desiertos; visitó comunidades espirituales y monasterios; caminó junto a peregrinos y permaneció justo a ascetas en sus ermitas.
Buscaba sin tregua, dejando atrás la familia, el trabajo, los amigos y su rutina cotidiana.
Buscaba un maestro que pudiera impartirle una enseñanza para hallar la tan ansiada paz interior. Por fin tuvo noticia de un sabio mentor espiritual y se dirigió hacia donde moraba.
Cuando se presentó ante el maestro, le dijo:
-Venerable mentor, he viajado incesantemente en busca de claves para hallar la serenidad interior. He dejado mi trabajo, mi familia, mis amigos... Llevo meses y meses viajando por muchos países.
-¿Para qué tanto esfuerzo inútil? -le preguntó el maestro. Y agregó-: ¡Qué gasto de tiempo y energía!
El buscador se quedó perplejo y desencantado.
-Pero, señor... -acertó a balbucear.
El maestro declaró:
-¿Tan ofuscada está tu mente que dejas un tesoro fabuloso y te dedicas a dar vueltas de aquí para allá? Nada puedo entregarte ni enseñarte que no puedas obtener en tu vida cotidiana. No tienes que dejar tu hogar, ni tus amigos, ni tu trabajo, ni tu vida habitual. Lo que tienes que dejar, y de una vez, es tu sentido de posesión, tu apego, tu visión incorrecta y tus engaños mentales. Eso puedes hacerla estando en tu casa, sin necesidad de abandonado todo, cuando lo que debes abandonar son los oscurecimientos de la mente.
Deja de dar vueltas atolondrado, regresa a tu casa y emprende allí el trabajo interior que te conducirá hacia la paz que anhelas.
escuchando silencios ... pretendidos haikus ... nacen desde la floresta ...
Los peces nacen en el agua, el hombre nace en el Tao.Si los peces, nacidos en el agua, buscan la sombra profunda del estanque o la alberca, todas sus necesidades son satisfechas.Si el hombre, nacido en el Tao, se hunde en la profunda sombra de la no-acción, para olvidar la agresión y las preocupaciones, no le falta nada, su vida es segura.
Moraleja: "Todo lo que necesita el pez es perderse en el agua.Todo lo que necesita el hombre es perderse en el Tao".
Moraleja: "Todo lo que necesita el pez es perderse en el agua.Todo lo que necesita el hombre es perderse en el Tao".

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