Cuando se reúnen nuevamente después de muchos años,
Su amistad es tan verdadera como siempre.
En un pasado remoto, había una vez un hombre de estado joven y rico en una misión diplomática. Acompasado por el río nocturno, escuchó el fascinante sonido de un laúd. Siendo él mismo un músico apasionado, tomó su propio laúd y eventualmente encontró a un pastor de cabras sentado en unas viejas ruinas. En aquellos días, un aristócrata no se relacionaría con un plebeyo, pero los dos hombres entablaron amistad a través de su música. Su interpretación musical era tan suave y natural como el agua que fluye.
Una vez al año, el embajador y el pastor de cabras renovarían su amistad. Aunque tenían la oportunidad de tocar su música con otros durante el resto del año, cada uno de los dos hombres declaraba que había encontrado su verdadera contraparte.
Por muchos años el embajador intentó sacar al pastor de cabras de su pobreza, pero su amigo lo rechazó firmemente. No quería contaminar su amistad con dinero.
Años más tarde, cuando embajador ya tenía el pelo cano, fue al punto de encuentro pero su amigo no estuvo allí. Intentó tocar solo, pero su melodía era desoladora. Finalmente alguien vino a decirle que su amigo había muerto de hambre durante una reciente hambruna. Esta noticia dejó al embajador abatido. Quedó atrapado en la ironía de saber que él tenía el dinero para haber salvado a su amigo, y sin embargo también entendía los valores del hombre. En su dolor, el embajador rompió su laúd. “Con mi amigo ido de este mundo, ¿para quién interpretaría mi música?”
La verdadera amistad es una rara armonía.
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