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“La rutina diaria del Buddha era muy exigente.
Dormía por las noches sólo una hora, se despertaba y dedicaba las horas de la madrugada a la meditación, practicando frecuentemente la meditación de la amable compasión.
Al amanecer se levantaba y caminaba como forma de ejercicio, y más tarde hablaba con las personas que iban a visitarlo.
Antes del mediodía, tomaba su cuenco y su manto y se dirigía a la ciudad, pueblo o caserío más cercano para mendigar alimento. Se detenía en silencio ante cada puerta y recibía agradecido en su cuenco cualquier comida que la gente le ofreciera. Cuando tenía suficiente, regresaba al lugar donde estaba viviendo o tal vez se retiraba a algún bosque cercano a almorzar. Acostumbraba a comer una sola vez por día. Después de haberse vuelto famoso, frecuentemente era invitado a comer a la casa de la gente, y siendo un huésped honorable, a veces se le servía comía suntuosa, algo que los ascetas criticaban. En esas ocasiones, él comía, lavaba sus manos y su cuenco después de la comida, y luego ofrecía una breve charla de Dhamma.
Inmediatamente después de su comida, acostumbraba a acostarse a descansar o a dormir un rato. Por las noches, era el hábito del Buddha dormir en la postura del león (sihasana), sobre su lado derecho, con una mano bajo la cabeza y los pies colocados uno sobre otro.
Por las tardes hablaba para las personas que habían ido a verlo, daba instrucción a los monjes o, cuando era apropiado, iba a visitar a la gente para hablarles sobre el Dhamma.
Tarde por las noches, cuando todos dormían, el Buddha se sentaba en silencio y a veces aparecían devas y le hacían preguntas.
Como otros monjes, el Buddha por lo común vagabundeaba de lugar en lugar durante nueve meses del año, lo que le daba muchas oportunidades de conocer gente, y luego se establecía durante los tres meses de la estación lluviosa (vassa). Durante las lluvias normalmente se quedaba en una de las cabañas (kuti) que se habían construido para él en lugares como el Pico del Buitre, o los Bosques de Jetavana o de Bambú.
Cuando viajaba, el Buddha dormía en cualquier parte, bajo un árbol, en una posada al costado del camino, en el cobertizo de un alfarero. Una vez Hattaka vio al Buddha durmiendo afuera, al aire libre, y le preguntó: “¿Es feliz?” El Buddha le respondió que era feliz. Luego Hattaka dijo: “Pero, señor, las noches de invierno son frías, el tiempo del cuarto menguante es frío. La tierra ha sido pisoteada por las pezuñas de las vacas, la alfombra de hojas caídas es delgada, hay pocas hojas en los árboles, su manto amarillo es delgado y el viento es frío”. El Buddha reafirmó que a pesar de su estilo de vida simple y austera, aun así era feliz”.
Bhikkhu Shravasti Dhammika
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