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Cuéntase que uno de sus discípulos sometió cierta vez este bello hai-kai al maestro:
Una libélula,
quitadle las alas;
¡Un grano de pimienta!
Basho, después de escucharlo con atención, movió la cabeza negativamente. No estaba contento, el poema era bello, estaba bien hecho, pero no le satisfacía. Después, ante la espectación de los discípulos, pidió la brocha y escribió él el mismo poema, pero en esta otra forma:
Un grano de pimienta,
agregadle dos alas:
¡Una libélula!
El poema primero, el de su discípulo, estaba bien hecho, era bello, pero no era, desde el punto de vista de la moral búdica, satisfactorio. Ninguna criatura de la tierra puede ser tocada, herida, mutilada: quitar las alas a una libélula, eso no puede ni siquiera ser realizado con el pensamiento, aun cuando sea para elaborar una bella metáfora. Aquel "hai-kai" era, pues, antibúdico, descendía de las alas, de lo que vuela y tiene vida, hacia la tierra, a lo que está a ras del suelo. La estrofa del maestro, en cambio, encierra todo el simbolismo ascendente y místico del budismo legítimo. Nada de amputar alas a los seres, sino todo lo contrario: ¡agregad alas a lo que no las tiene! ¿Haced que los seres se desprendan de la tierra, que sus metamorfosis sean siempre ascendentes, que sus Karmas se acerquen al reino de los Devas y despues al Nirvana! En los tres versos de Basho se nos ofrece un emblema de la materia empujada hacia lo alto¨el vuelo de Psiquis comprimido en un difícil molde poético oriental.
Los discípulos comprendieron la lección del maestro, aún cuando éste no pronunció una sola palabra para explicar su poema.
En este episodio está comprendida toda la enorme influencia del budismo sobre la etica y la estética orientales
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