Para ser libres, en el sentido mundanal y en el espiritual, es imprescindible aceptar la responsabilidad por nuestros pensamientos, palabras, y actos; reconocer que es imposible evitar las consecuencias de nuestros actos pasados; y establecer las causas necesarias para la felicidad.
La subordinación a otros —por muy buenos y santos que nos parezcan en el momento— es altamente perjudicial, pues nos permite evadir responsabilidades y nos convierte en víctimas voluntarias de fuerzas ajenas.
Nosotros mismos hacemos mal;
nosotros mismos nos corrompemos.
Nosotros mismos evitamos el mal;
nosotros mismos nos purificamos.
La pureza y la impureza
dependen de nosotros mismos;
nadie puede purificar a nadie más.
—Buda Sakyamuni
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