Las viejas palabras son innecesarias.
Mira, toca, torrencial belleza,
Bebe el flujo cristalino.
Cuando estamos parados a la orilla de un río, debemos darnos cuenta de que es constantemente nuevo. Aunque podríamos decir que corría mucho antes de que naciéramos, su configuración exacta -las corrientes particulares, el modo en que fluye alrededor de las rocas, la forma de sus orillas, los senderos de los peces en sus profundidades- es sutilmente única en cualquier momento dado. Para conocer el río, sólo necesitamos experimentarlo directamente: tocarlo, nadar en él, contemplarlo, beberlo. Lo mismo es cierto para el Tao.
El Tao está siempre fluyendo. Aunque estaba presente desde el principio de los tiempos y aunque muchos lo han experimentado, está aquí para que nosotros lo exploremos hoy. Tócalo. Nádalo. Contémplalo. Bébelo. Si has tocado el Tao, no deberías albergar ninguna duda sobre él, ni deberías preguntarte si necesitas escrituras para confirmarlo.
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