escuchando silencios ... pretendidos haikus ... nacen desde la floresta ...
Los peces nacen en el agua, el hombre nace en el Tao.Si los peces, nacidos en el agua, buscan la sombra profunda del estanque o la alberca, todas sus necesidades son satisfechas.Si el hombre, nacido en el Tao, se hunde en la profunda sombra de la no-acción, para olvidar la agresión y las preocupaciones, no le falta nada, su vida es segura.
Moraleja: "Todo lo que necesita el pez es perderse en el agua.Todo lo que necesita el hombre es perderse en el Tao".
Moraleja: "Todo lo que necesita el pez es perderse en el agua.Todo lo que necesita el hombre es perderse en el Tao".
14 jun 2010
muerte
Las aflicciones del deseo, el odio y la ignorancia dan origen a acciones contaminadas por el karma que establecen potencias dentro de la mente bajo la forma de predisposiciones. Cuando una vida llega a su fin, la persona que tiene tales predisposiciones vuelve a nacer dentro de la existencia cíclica con un cuerpo y una mente obtenidos a través de esas causas contaminadas.
Algunas personas mueren una vez agotado el ímpetu de la acción que, en otra vida, puso los cimientos de ésta. Otras mueren sin haber consumido todo el tiempo que se les había asignado porque las causas que sustentan la vida no han podido completarse debido a las carencias o las necesidades. Esto es lo que llamamos muerte prematura, o muerte provocada por el agotamiento del mérito: el ímpetu de la acción que había establecido esa vida aún perdura, pero las circunstancias concordantes externas que se habían obtenido a través de otras acciones meritorias en vidas anteriores ya se han disipado.
Cuando una persona muere, la muerte tendrá lugar dentro de una mente virtuosa, no virtuosa o neutra. En el primer caso, antes de morir la persona puede introducir en su mente un objeto virtuoso ― como las tres joyas (Buda, su doctrina y la comunidad espiritual) ― o su propio lama, generando así una mente de fe. También puede cultivar la ecuanimidad inconmensurable, liberándose con ello del deseo y del odio hacia los seres vivos, o meditar en el vacío o cultivar la compasión. Esto puede conseguirse mediante el recuerdo de haber hecho tales cosas o a instancias de otra persona. Cultivar esas actitudes en el momento de la muerte permitirá morir dentro de una mente virtuosa que mejorará el renacer. Morir de esa manera es bueno.
A veces, sin embargo, ocurre que otras personas, sin ningún propósito deliberado de despertar la ira, irritan al agonizante con su nerviosismo y su preocupación, haciendo que se enfurezca. A veces los familiares y amigos se reúnen alrededor del lecho y se lamentan de tal manera que suscitan un deseo manifiesto. Tanto si hay deseo como si hay odio, morir dentro de una actitud pecaminosa a la que se ha llegado a estar habituado siempre resulta muy peligroso.
Algunas personas mueren con una actitud neutra, sin introducir en su mente un objeto virtuoso y sin generar deseo u odio. Estas tres actitudes ― virtuosa, no virtuosa y neutra ― perduran hasta que aparece la mente sutil de la muerte.
Según el sistema de los sutras, esta última mente sutil tiene que ser necesariamente neutra porque, a diferencia del yoga tantra superior, los sutras no describen técnicas para transformar mentes sutiles en estados virtuosos, sino únicamente para tratar las más toscas. Un practicante cualificado del tantra, no obstante, puede convertir las mentes sutiles asociadas a la muerte en un camino de conciencia virtuoso. Cuando se ha llegado a ese punto la práctica ya es muy profunda.
En cualquier caso, la actitud inmediatamente anterior a la muerte es muy importante, puesto que cualquier perturbación producida en ese momento generará deseo manifiesto u odio incluso en un practicante moderadamente desarrollado. Esto es debido a que todos tenemos predisposiciones establecidas por acciones no virtuosas anteriores, y basta con que nos encontremos en unas circunstancias inadecuadas para que aquéllas se activen.
Estas predisposiciones son las que proporcionan el impulso que da origen a las vidas como animales. Similarmente, también contamos con predisposiciones establecidas por antiguas acciones virtuosas que, al encontrarse con las circunstancias propicias, proporcionarán el impulso originador para la feliz migración a otras vidas como humanos.
Estas capacidades que ya se hallan presentes en nuestro contínuum mental son alimentadas por el deseo de aferrarse a las cosas, y son las que llevan a un buen o mal renacer. Si la predisposición dejada por un mal karma es activada, el resultado será una vida como animal, fantasma hambriento o criatura infernal.
De forma similar, si una persona que se había acostumbrado al comportamiento pecaminoso muere dentro de una actitud virtuosa, probablemente renacerá en una buena situación. Así pues, es muy importante que tanto el agonizante como quienes lo rodean eviten crear situaciones de deseo u odio e intenten generar estados mentales virtuosos. Esto es algo que todos debemos saber.
Quienes mueren dentro de una actitud virtuosa tienen la sensación de pasar de la oscuridad a la luz, quedan libres de toda inquietud y ven apariciones agradables. Hay muchos casos de personas muy enfermas que,
llegado el momento de la muerte, hablan con gran serenidad y presencia de
ánimo a pesar de su enfermedad. Personas cuya enfermedad es mucho menos grave, en cambio, sucumben al pánico y apenas pueden respirar. Estas personas se hunden en el mar de los pensamientos no virtuosos, ven formas repulsivas y sienten que pasan de la luz a la oscuridad. Aquellas personas cuyo calor físico ha sido reducido por la enfermedad desean calor, con lo que refuerzan las predisposiciones a renacer como una criatura infernal y, debido a ello, a renacer en un lugar donde hace mucho calor. Otras se obsesionan con las sensaciones de frescura o, por ejemplo, con el deseo de beber agua fresca, y con ello refuerzan las predisposiciones a renacer como una criatura del infierno helado y de esa manera establecen la conexión con un renacimiento de tales características. Por eso es muy importante evitar albergar deseos en el momento de la muerte y dirigir la mente hacia objetos saludables. En la vida cotidiana, las actitudes de deseo, odio y celos, a las que tan acostumbrados estamos todos, se manifiestan con la más leve provocación; pero aquellas con las que no estamos muy familiarizados necesitan una considerable provocación, como el recurso al razonamiento, para manifestarse.
De manera similar, normalmente en el momento de la muerte las actitudes con las que estamos familiarizados desde hace mucho tiempo pasan a un primer término y dirigen el renacimiento. Por esta misma razón, y como el yo teme estar a punto de dejar de existir, se genera un intenso deseo de aferrarse a las cosas. Dicho deseo sirve como vínculo de conexión con el estadio intermedio entre las vidas (bardo); y el deseo de un cuerpo, a su vez, actúa como causa que establece el cuerpo del ser intermedio.
Para quienes se han visto profundamente involucrados en acciones no virtuosas, el calor del cuerpo se retira en primer lugar de la parte superior del mismo; a continuación, de las otras partes. Quienes han estado profundamente involucrados en acciones virtuosas, en cambio, empiezan perdiendo el calor del cuerpo por los pies. En ambos casos, el calor acaba concentrándose en el corazón, que es el punto del cuerpo del que emana la conciencia. Estas partículas de materia, de semen y de sangre combinados, en las que la conciencia entró inicialmente al inicio de la vida dentro del útero de la madre, se convierten en el centro del corazón; y la conciencia acaba abandonando el cuerpo por ese mismo punto cuando llega el momento de la muerte.
Dalai Lama
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