Advertencia del Dr. Tchning-Tseu
El Dr. Tchning-Tseu ha dicho: Lo que no se inclina a ningún lado, se llama medio (Tchoung); lo que no cambia se llama invariable (Young). El medio es la vía recta o camino derecho del mundo; la invariabilidad es la razón fija. Este libro comprende las reglas de inteligencia que han sido transmitidas por los discípulos de Tchoung-tseu a sus propios discípulos.
Tseu-sse (hijo menor y discípulo de Tchoung-tseu) creía que en la sucesión de los tiempos estas reglas de la inteligencia no se corromperían; por eso las consigna en este libro para transmitirlas él mismo a Meng-tsen. Tseu-see, al principio de su obra, habla de la razón, que es una para todos los hombres; en el medio, hacia disgresiones al ocuparse de toda suerte de cosas, y al final vuelve sobre la razón unica; en la cual reúne todos los elementos. Se extiende en varias digresiones, y recorre los seis puntos fijos del mundo (este, oeste, norte, sur, el nadir y el zenit). Después de extenderse en su exposición, se concentra y se envuelve, por así decirlo, en los velos del misterio. La sabiduría de este libro es impenetrable, fruto toda ella de un estudio. El que sepa leerle perfectamente, si le medita con una detenida atención y penetra en su profundo significado, llegará a poner en práctica esas máximas por toda la vida y no se despojará de ellas nunca.
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Confucio |
XXV
- El perfecto es por si mismo absolutamente perfecto. La ley del deber es para él, Ley del deber.
- El perfecto es el principio y el fin de todos los seres; sin la perfección los seres no existirían. Por eso el sabio estima esta perfección por encima de todo.
- El hombre perfecto no se dedica a perfeccionarse a si mismo para detenerse después. Por eso, en su constancia, se dedica a perfeccionar a los demás seres. Perfeccionarse a si mismo es una gran virtud; perfeccionar a los otros es una alta sabiduría; son virtudes de la facultad racional pura y sin mezcla. Reunir la perfección exterior e interior constituye la regla del deber. Así se debe obrar según lo exigen las circunstancias.
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XXIX
- Tres asuntos hay que deben mirarse como de la más alta importancia en el gobierno de un país: Establecimiento de ritos o ceremonias, fijación de las leyes suntuarias y alteración de los caracteres de la escritura. Los que a todos ello se conforman cometen pocas faltas.
- Las reglas de administración de los tiempos antiguos, aunque excelentes, no tienen suficiente autoridad porque el tiempo no permite identificarlas, y así no pueden obtener la confianza del pueblo. Las leyes propuestas por sabios no investidos de la dignidad imperial, aunque excelentes, no obtienen el respeto necesario y, por ello, la confianza del pueblo, el cual no las observa.
- Por eso el deber de un Príncipe sabio está en implantar las leyes más importantes, teniendo su base fundamental en él mismo; la autoridad de su virtud y de su alta dignidad se impone a todo el pueblo, establece sus leyes imitando las del cielo y de la tierra, y no encuentra oposición alguna, busca la verdad en los espíritus superiores y nos saca de nuestras dudas; cien generaciones aguardan al santo hombre no está sujeto a nuestros errores.
- Busca la prueba de la verdad en las inteligencias superiores, y, por tanto, conoce profundamente la ley divina. Cien generaciones le aguardan y no se halla sujeto a nuestros errores; se ve, pues, que conoce a fondo las leyes humanas.
- Por eso el Príncipe sabio no tiene más que obrar, y por espacio de siglos sus acciones son la ley del imperio; no hace más que hablar, y sus palabras son la regla del imperio; los pueblos que antes se alejaron tienen hoy esperanza en él. Los reyes vecinos no le molestarán nunca.
- El Libo de los Versos, dice: "En aquéllos no hay odio, en éstos no hay sociedad. ¡Oh! ¡Por mañana y tarde será objeto de eternas alabanzas!" No ha habido nunca Príncipes sabios que no hayan obtenido un justo renombre en el mundo.
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Doctrina de la medianía (idioma chino) |
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