pintura china |
El filósofo Tze-k'i estaba sentado, apoyado en un mesita. Miró al cielo, suspiró y cayó en éxtasis, como si el alma y los sentidos le hubieran abandonado. Yen Ch'en-Tze-u, que estaba a su vera, exclamó: "¿Qué ha sucedido? Un árbol seco parece tu cuerpo, ceniza esparcida tu espíritu: ahora no estás apoyado en la mesita, como lo estabas antes".
Tze-k'i responde: "Tu pregunta es oportuna. Súbitamente me he olvidado de mi mismo...; pero compréndeme tú, que oyes s´lo la música de los hombres, pero no la de la tierra, o, si logras entender ésta, ¿no sabes entender la del cielo?". Después, invitado por el discípulo, añade: "El aliento del universo es el viento, el cual por si es inactivo; pero cuando se desata, todas las aberturas resuenan. ¿No has oído nunca su fragor por todos los ángulos de los montes y de las florestas, en las cavidades más deformes de los árboles gigantescos? El viento corre por todos los parajes y grita, resuena, sopla, gime, clama, vocea; la armonía es perfecta: débiles notas, cuando el viento es débil, un continuo crescendo, cuando es impetuoso".
No hay comentarios:
Publicar un comentario