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Kou Chien, con tres mil hombres de coraza y escudo vino a establecerse en Kuai Chi. Sólo Chung supo ver lo que en la ruina podía aún salvarse. Pero sólo Chung no supo ver la desgracia que amagaba su persona. Por eso se dice: los ojos de la lechuza tienen su tiempo y las patas de la grulla tienen su coyuntura. No pueden desarticularse sin dolor. Asi está el dicho: Pasa el viento por el río y éste sufre su merma. Pasa el sol por el río y éste sufre su merma. Pero si el viento y el sol piden ser guardianes del río, el río nunca dará en pensar que se debe oponer a ello. Sigue tranquilo su curso confiando en el caudal de su manantial. Así el río tienen cuidado de guardar la tierra de donde recibe su caudal. La sombra no se cuida más que de guardar la persona cuya es. Las cosas se cuidan de guardar sus cosas. Así el peligro del ojo está en la claridad. El peligro del oído está en querer oír mejor. El peligro del corazón está en su entrega total. Toda facultad tiene su propio peligro dentro de si misma. Llegado el peligro no hay ya lugar de enmienda. La desgracia crece y se aumenta. Volverse atrás, es con esfuerzo y salir con éxito, requiere mucho tiempo (tal vez mejor: volver a su primera naturaleza se hace siguiendo el curso de los hechos, pero no se logra sin mucho tiempo). Pero los hombres se creen que en eso está lo más valioso de sus personas. ¿No es cosa triste? De ahí que las ruinas de los estados y las pérdidas de vidas de la gente del pueblo se suceden sin fin. Y no se sabe inquirir la causa.
chuang tzu
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