Meditando en el amor y la compasión,
olvidé la diferencia entre el ‘yo’ y los demás.
Meditando en mi maestro,
olvidé a los influyentes y poderosos.
Meditando en los Budas y Bodisatvas,
olvidé el mundo burdo de los sentidos.
Meditando en la instrucción de la tradición oral,
olvidé los libros de la dialéctica.
Meditando en la dicha de la soledad,
olvidé la necesidad de complacer a parientes y amistades.
Asimilando la enseñanza en el flujo de la conciencia,
olvidé participar en polémicas doctrinales.
Viviendo sencillamente en cuerpo y mente,
olvidé el desprecio y la arrogancia de los grandes.
Convirtiendo este cuerpo en monasterio,
olvidé los monasterios de ladrillo y mortero.
Abrazando el espíritu en lugar de la letra,
olvidé los juegos de palabras.
―Milarepa
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