Dijo Abû Madyan de Sevilla (m. 1198):
«Quien es subyugado por sus
deseos acaba por caer en la indolencia».
Nube Tonta (maestro zen Benito Carral) dice:
Vivimos y morimos y… ¿qué hacemos mientras tanto? Podemos pasar por la
vida sin pena ni gloria, sin enterarnos de nada, simplemente
sobreviviendo y buscando las diversiones que tengamos a la mano. ¿Es
suficiente? Vosotros diréis. ¿No nos hace vivir esto con un
inquietante agujero interior al que ni siquiera nos atrevemos a mirar?
Indolencia es no preocuparnos de lo importante y no hacer lo correcto.
¿Qué es lo importante? Saber quiénes somos y para qué hemos nacido.
¿Qué es lo correcto? Aquello que está en armonía con lo más profundo
de nuestro ser. Podemos vivir como muertos, pasando los días sin más,
temiendo una muerte a la que desconocemos y que estamos seguros
llegará. ¿De qué valen las risas cuando nos quedamos a solas con
nosotros mismos? Sabemos que nos falta algo, que estamos insatisfechos
en lo más profundo de nuestro interior, y ni siquiera nos atrevemos a
reconocerlo. ¿No es una pena desperdiciar la vida de ese modo? Como
dijo Hóngrěn (弘忍) (601-674), el quinto patriarca del zen (禪 chán) de
China:
«Os he dicho que la mayor preocupación para un ser humano es la vida y la muerte, pero pasáis vuestros días haciendo ofrendas, buscando simplemente maneras de conseguir mérito y no una salida al amargo mar del saṃsāra. Si estás ciegos a vuestra naturaleza esencial (自性 zìxìng), ¿cómo podréis encontrar la puerta del mérito? Regresad a vuestros cuartos y mirad en vuestro interior.»
Es decir, aplicamos nuestros esfuerzos tratando de lograr pequeñeces y
desatendemos el gran asunto. ¿Vais a seguir desperdiciando vuestras
vidas? ¿No es hora de afrontar el asunto de la vida y la muerte?
¿Hasta cuándo esperaréis para mirar en vuestro interior? ¿Cuánto
tiempo vais a seguir persiguiendo sombras? Os decís: «Mañana me pongo
en marcha», pero ¡quizá mañana no llegue nunca! y, mientras tanto, ni
siquiera os atrevéis a miraros, os aterra esa insatisfacción profunda
que sentís en vuestras entrañas.
escuchando silencios ... pretendidos haikus ... nacen desde la floresta ...
Los peces nacen en el agua, el hombre nace en el Tao.Si los peces, nacidos en el agua, buscan la sombra profunda del estanque o la alberca, todas sus necesidades son satisfechas.Si el hombre, nacido en el Tao, se hunde en la profunda sombra de la no-acción, para olvidar la agresión y las preocupaciones, no le falta nada, su vida es segura.
Moraleja: "Todo lo que necesita el pez es perderse en el agua.Todo lo que necesita el hombre es perderse en el Tao".
Moraleja: "Todo lo que necesita el pez es perderse en el agua.Todo lo que necesita el hombre es perderse en el Tao".
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