Los peces nacen en el agua, el hombre nace en el Tao.Si los peces, nacidos en el agua, buscan la sombra profunda del estanque o la alberca, todas sus necesidades son satisfechas.Si el hombre, nacido en el Tao, se hunde en la profunda sombra de la no-acción, para olvidar la agresión y las preocupaciones, no le falta nada, su vida es segura.
Moraleja: "Todo lo que necesita el pez es perderse en el agua.Todo lo que necesita el hombre es perderse en el Tao".

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gracias ! Namasté

15 sept 2015

Tomado de Las Leyes de La Vida - El Dalai Lama Tenzin Gyatso

La Enseñanza de El Buddha, tiene Una Puerta y para introducirse en La Enseñanza de El Buddha hay que entrar a través de dicha puerta. La Puerta de Entrada a La Enseñanza de El Buddha es El Triple Refugio en La Triple Joya, es decir, El Buddha como Maestro completamente iluminado, El Dharma como La Verdad enseñada por El Buddha y La Sangha como La Comunidad de Los Nobles Discípulos.
BUSCAR UN REFUGIO INTERIOR
Desde el punto de vista budista, la mente de una persona corriente es débil y está distorsionada por el poder de las ilusiones y aflicciones emocionales que lleva dentro de sí. Esta debilidad y la distorsión que padece hacen que no pueda ver las cosas tal como son: lo que ve es una visión deformada y definida por sus propias ideas preconcebidas y neurosis emocionales.
El propósito del budismo como religión es eliminar esos elementos distorsionantes de la mente para así facilitar la percepción válida. A menos que aquéllos hayan sido arrancados de cuajo, la percepción siempre estará contaminada, pero cuando las ilusiones hayan sido arrancadas de la mente, se entrará en un estado en el que la realidad siempre es vista tal como es. Entonces, y dado que la mente existe en perfecta sabiduría y liberación, el cuerpo y el habla reaccionarán automáticamente operando como es debido. Esto beneficia tanto a uno mismo como a los demás inmediatamente en esta vida, y también en el camino que sigue a la muerte. Por eso se dice que el budismo no es un camino de fe, sino de razón y conocimiento. Los tibetanos tenemos la inmensa suerte de haber nacido en una sociedad en la que el conocimiento espiritual no sólo estaba disponible, sino que además era altamente valorado. No obstante, haber nacido en esa sociedad puede hacer que lo demos por hecho. El mismo Buda dijo: ««Examinad mis palabras igual que un orfebre examina el oro antes de comprarlo, y no las aceptéis hasta haberlas dado por buenas»». Buda enseñó durante mucho tiempo y a personas de todas las clases sociales y todos los niveles de inteligencia. En consecuencia, cada una de sus enseñanzas debe ser sopesada y evaluada cuidadosamente para determinar su significado y decidir si encierra una verdad literal o únicamente la expresa de manera figurada. Muchas enseñanzas fueron impartidas de forma limitada o a personas de entendimiento limitado. Aceptar cualquier doctrina o aspecto de una doctrina sin examinarlos analíticamente antes es como construir un castillo sobre el hielo. La práctica siempre será inestable, y carecerá de unos cimientos lo suficientemente sólidos y profundos.
¿Qué significa «practicar el dharma»? El dharma es definido como «lo que sostiene», y hace referencia a la sabiduría espiritual que nos sostiene o libera del sufrimiento. El budismo afirma que aunque por el momento nuestra mente está nublada por la ilusión y las distorsiones, en última instancia siempre hay un aspecto de ella que es por naturaleza puro y limpio, y que cultivar esa pureza y eliminar los oscurecimientos mentales nos permitirá «mantenernos alejados» del sufrimiento y las experiencias insatisfactorias. Buda enseñó esa pureza potencial como uno de los dogmas fundamentales de su doctrina, y Dharmakirti, el lógico hindú que vivió un milenio después, estableció su validez mediante métodos lógicos. Cuando esta semilla de iluminación ha sido suficientemente cultivada se adquiere la experiencia del nirvana, la libertad de todas las carencias y limitaciones del sámsara. Aparte del concepto de la semilla de la iluminación, Dharmakirti también validó lógicamente todo el espectro de dogmas budistas, incluida la ley del karma el concepto del renacer, la posibilidad de alcanzar la liberación y la omnisciencia, así como la naturaleza de las tres joyas del refugio: el buda, el dharma y el sangha.
En cuanto a la práctica propiamente dicha, no habría que emprenderla sin contar con una previa comprensión lógica de la doctrina. El practicante debería saber qué está haciendo y por qué. Los monjes y las monjas dedicamos toda nuestra existencia a practicar el dharma, por lo que deberíamos asegurarnos de que nuestra práctica fuese inmaculada. El sangha es muy importante para la estabilidad de la doctrina, por lo que deberíamos hacer todo lo posible para emular al Buda. Quien esté pensando ordenarse antes debería reflexionar sobre lo que va a hacer: para ser un monje de segunda categoría, no vale la pena hacerse monje. El sangha tiene la responsabilidad de encarnar los preceptos. Si se quiere seguir llevando una vida corriente más vale dejar la práctica religiosa a quienes tienen más inclinaciones espirituales y conformarse con la práctica seglar.
Todas las religiones del mundo tienen en común el que proporcionan métodos para cultivar los aspectos beneficiosos de la mente y eliminar los perjudiciales. El budismo es una religión particularmente atractiva porque, habiéndose desarrollado en la India cuando el país estaba pasando por un momento álgido tanto en lo espiritual como en lo filosófico, ofrece una gama total de ideas espirituales y un enfoque racional de los métodos del desarrollo espiritual. Esto es particularmente importante en la era moderna, que tanto confía en la mente racional. Debido a esta faceta de la racionalidad, el budismo apenas encuentra dificultades a la hora de enfrentarse al mundo moderno. De hecho, muchos de los descubrimientos de la ciencia moderna -como los de la física nuclear-, que son considerados como nuevos hallazgos, fueron analizados, hace mucho tiempo, en las antiguas escrituras budistas. El último consejo que Buda dio a sus discípulos fue que nunca creyeran nada a ciegas y que todo debía ser investigado racionalmente antes de ser aceptado, y por eso el mundo budista siempre ha logrado mantener vivo su espíritu de investigación inicial. En esto se diferencia de la inmensa mayoría de religiones del mundo, que afirman estar en posesión de la verdad y nunca permiten ningún tipo de investigación que parezca amenazar sus limitadas descripciones de la realidad.
El que una persona sea budista o no viene determinado por si ha buscado refugio o no en las tres joyas del refugio impulsada por un motivo realmente puro surgido del corazón. Recitar las plegarias budistas, jugar con rosarios mántricos y caminar alrededor de los templos no te hace budista. Incluso un mono puede aprender a hacer esas cosas. El dharma es una cuestión de la mente y el espíritu, no de las actividades externas. Así pues, para ser budista es preciso tener muy claro qué son las tres joyas del buda, el dharma y el sangha, y qué relación guardan con tu vida espiritual. Existe el refugio causal del buda, o todos los budas del pasado, presente y futuro, de los que el más relevante para nosotros es el Buda Shakyamuni, o el refugio en tu propio potencial para la iluminación, el buda que llegarás a ser. En cuanto al dharma, está el dharma que fue enseñado en las escrituras y cuyas revelaciones fueron impartidas, que se encuentra en las mentes de quienes han recibido una transmisión interior. En último lugar está el refugio en el sangha, tanto los monjes corrientes, que son símbolos del sangha, como los arya sangha, los seres que han adquirido una experiencia meditacional de la modalidad fundamental de la verdad. Por eso se dice que Buda es el maestro; el dharma, el camino, y el sangha, los compañeros espirituales que te ayudan.
De estos tres, el más importante para nosotros como individuos es el dharma, pues en última instancia sólo podemos ser ayudados por nosotros mismos. Nadie más puede concedernos nuestra iluminación o alcanzarla por nosotros. La iluminación sólo llega a quienes practican bien el dharma, a quienes lo toman y lo aplican al cultivo de su propio continuo mental. Debido a ello, el dharma es el refugio máximo de las tres joyas. Oír el dharma, contemplarlo y meditar sobre él permitirá que nuestras vidas puedan unirse a él, y eso hará que la iluminación se convierta en una posibilidad inmediata y accesible.
Todos los grandes maestros kadampa del pasado insistieron en que el refugio debe ser practicado dentro del contexto de una intensa conciencia de la ley de la causa y el efecto, ya que debe apoyarse en la observancia de la ley del karma. Buda dijo: «Somos nuestro propio protector y nuestro propio enemigo». Buda no puede protegernos, y sólo la observancia de la ley del karma podrá hacerlo. Si buscamos el refugio con pureza y nos esforzamos por vivir de acuerdo con las leyes del karma, nos convertiremos en nuestro propio protector. Si vivimos en contradicción con el camino espiritual, nos convertiremos en nuestro peor enemigo y nos haremos daño a nosotros mismos en esta vida y en las vidas futuras.
LA MENTE DE LA PERSONA CORRIENTE CARECE DE DISCIPLINA Y DE CONTROL
Si queremos recurrir a las prácticas budistas superiores, como el desarrollo del samadhi o comprensión del vacío, o practicar los métodos yóguicos de los distintos sistemas tántricos, lo primero que debemos hacer será cultivar una mente disciplinada. Con el refugio y la autodisciplina como base, podremos acumular una creciente experiencia en las prácticas dhármicas superiores. Sin unos cimientos de disciplina, las prácticas superiores no darán fruto alguno. Todo el mundo quiere practicarlas, pero antes debemos preguntarnos si hemos llegado a dominar las prácticas inferiores que permiten acceder a ellas, como la disciplina. «El objetivo del refugio es transformar a la persona corriente en Un Buddha: cuando se ha conseguido esto, el refugio ya ha servido a su propósito. En cuanto Nuestra Mente se convierte en Buddha, Nuestra Habla se convierte en Dharma y Nuestro Cuerpo en Sangha». No obstante, la consecución de este estado exaltado depende de nuestra práctica del dharma. Dejar esa práctica en manos de otros y esperar obtener beneficios espirituales de ello es un sueño imposible. Para purificar nuestra mente de los errores relacionados con el karma y la percepción, y cultivar las cualidades de la iluminación dentro de nuestro flujo del ser, debemos ejecutar las prácticas y experimentar los estados espirituales. Los 108 volúmenes de las palabras del Buda que fueron traducidos al tibetano giran en torno al mismo tema esencial: purificar la mente y generar cualidades internas. En ningún sitio encontraremos escrito que otra persona pueda hacer eso por nosotros. Así pues, los budas se hallan un tanto limitados: sólo pueden liberarnos inspirándonos el deseo de practicar sus enseñanzas. Ha habido muchos budas, pero seguimos atrapados en el sámsara. ¿Por qué? No porque esos budas no se compadecieran de nosotros, sino porque no fuimos capaces de practicar sus enseñanzas. El progreso individual a lo largo del camino espiritual depende de los esfuerzos del individuo.
El proceso de cultivarse a sí mismo tiene muchos niveles. Para los principiantes, sin embargo, la primera necesidad es evitar los diez cursos de acción negativos y observar sus opuestos, los diez cursos positivos. Tres de ellos hacen referencia a las acciones físicas: en vez de matar, deberíamos amar la vida y respetarla; en vez de robar, deberíamos dar cuanto podamos para ayudar a los demás, y en vez de desear a las esposas de otros hombres, deberíamos respetar los sentimientos de los demás. Cuatro están relacionados con el habla: en vez de mentir, siempre deberíamos decir la verdad; en vez de sembrar la disensión entre los demás burlándonos de ellos y difamándolos, deberíamos alentar la virtud hablando de sus buenas cualidades; la crítica y los comentarios ásperos deberían ser sustituidos por palabras amables, suaves y llenas de amor, y la charla insustancial debería ser evitada y sustituida por actividades que tengan algún significado. Por último, tres hacen referencia a la mente: el deseo de aferrarse a las cosas debe ser superado y hay que cultivar el desprendimiento; la animadversión dirigida contra los demás debe ser sustituida por sentimientos de amor y compasión, y las creencias incorrectas deben ser eliminadas al tiempo que se cultivan las actitudes realistas.
Estas diez disciplinas fundamentales deben ser seguidas por todos los budistas. No hacerla al tiempo que se recurre a los métodos tántricos superiores es engañarse a uno mismo. Son diez prácticas muy sencillas, observancias que cualquiera puede seguir, y sin embargo son el primer paso para quien quiera progresar hacia los poderosos yogas que proporcionan la iluminación en vida. Cuando buscamos refugio y nos hacemos budistas, debemos honrar a la familia de los budas. Seguir cualquiera de los diez cursos de acción negativos después de haber buscado refugio es profanar el budismo. Nadie nos pide que seamos budistas. Si eres budista, es porque así lo has decidido. Así pues, lo menos que puedes hacer es comportarte como se espera de un budista. La cualificación mínima es evitar los diez cursos negativos de acción y cultivar sus opuestos. Nadie es perfecto, de acuerdo, pero si queremos llamarnos budistas entonces tenemos que hacer algún esfuerzo. Cuando vemos surgir dentro de nosotros algo que causa ira o deseo de aferrarse a los objetos, lo mínimo que podemos hacer es tratar de plantar cara a esos estados distorsionados de la mente y mantener una actitud libre basada en el amor.
La esencia del dharma es el cultivo de la mente, porque todos los karmas positivos y negativos acumulados por el cuerpo y el habla tienen su origen en la mente y siguen la dirección que ésta les marca. Si no cultivamos la toma de conciencia de nuestros procesos mentales y la capacidad de cortar esos flujos de pensamiento negativo en cuanto aparecen, veinte años de meditación en una lejana caverna no nos servirán de nada. Antes de buscar una caverna, lo que deberíamos hacer es buscar buenas cualidades en nuestros pensamientos y desarrollar la capacidad de vivir de acuerdo con el dharma. Sólo entonces nuestra estancia en la remota caverna de meditación será algo más que una pérdida de tiempo, porque de lo contrario lo único que habremos hecho en ella será hibernar igual que hacen los osos. Las personas que hablan de asistir a retiros tántricos sin haber llegado a dominar los diez cimientos dhármicos no saben lo que se dicen.
Los seres humanos podemos alcanzar la iluminación en el curso de una vida. Pero la vida es corta, y una gran parte de ella ya ha transcurrido. Deberíamos preguntarnos qué progresos espirituales hemos hecho. La muerte puede llegar en cualquier momento, y cuando lo haga lo único que podremos llevarnos con nosotros serán las huellas mentales de las acciones de nuestra vida. Si hemos practicado el dharma o hemos adquirido su comprensión, esa energía estará allí con nosotros. Pero si nos hemos pasado la vida sumidos en la negatividad, la conciencia que viaje a los mundos futuros estará llena de pensamientos negativos y se verá acosada por los recuerdos de nuestros caminos samsáricos. Ahora que podemos practicar el dharma, deberíamos hacerlo con la mayor intensidad y pureza posibles. La práctica del dharma proporciona paz y armonía tanto a nuestras mentes como a las de quienes nos rodean en esta misma vida y, si no alcanzamos la iluminación en el curso de esta existencia, nos proporcionará una joya capaz de satisfacer los deseos que podremos llevarnos a vidas futuras para que nos sirva de ayuda en el camino espiritual.
El futuro está en nuestras manos. La mayoría de personas hacen planes fantásticos para la próxima semana, el próximo mes o el próximo año, pero lo que realmente importa es practicar el dharma aquí y ahora. Si lo hiciéramos, todos nuestros planes se realizarían. Cuando cultivamos las actividades virtuosas hoy, las leyes de la originación dependiente aseguran que aparezca una corriente de cambio positivo. Esto es lo que tiene de realmente maravilloso el ser humano. La humanidad puede afectar dinámicamente su estado de existencia futuro aplicando la sabiduría discriminatoria a todas las actividades del cuerpo, el habla y la mente. Usar y cultivar esta sabiduría que nos distingue equivale a destilar la misma esencia de la vida humana.

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